Will mató a alguien. Al menos eso es lo que su encefalitis le hace creer, y después de ser diagnosticado con esta enfermedad y haber contaminado la escena de un crimen, decide que es hora de retirarse. Su mente está en llamas, sus intereses están cambiando; al igual que su brújula moral y sus motivaciones para perseguir asesinos. Pero Will no es quien manda en el tablero de su propio ajedrez. Ese poder le pertenece solo a Hannibal.