El petricor después de la lluvia, combinado con los otros aromas característicos de cualquier callejón en esta ciudad, dificultaba aún más mi capacidad para respirar, aunque sería absurdo pensar que era a causa del ambiente por lo que se limitaba mi inhalación. El apogeo del movimiento brusco que apenas me permitía mantenerme en pie, combinado con el furor y la adrenalina similar a la experimentada bajo alguna sustancia ilícita, me tuvieron en constante y abrumadora estimulación, que, pese a hacerme sentir sometido, no fueron más que la ignición que no sabía que tanto había estado buscando, y de la que me convertiría en adicto a causa de él. Elliot, un joven estudiante de una distinguida academia, está sumergido en la monotonía y el agobio de su vida estudiantil. Es entonces, cuando un imprevisto lo obliga a él y sus compañeros de clase a desviarse, que su pueril estilo de vida se ve tentado a transgredir todo lo que conocía tras haber cruzado miradas con una silueta que poco a poco comienza a disrumpir en los escondites de su mente, cuerpo y alma, seductora, lenta e inevitablemente.