-¿Me puedo sentar a tu lado?- preguntó Violeta, tratando de romper el hielo que había caído entre ellas. Ante el silencio de Chiara, se sentó a su lado, ofreciéndole su apoyo silencioso y su presencia reconfortante. No necesitaban palabras en ese momento; el simple acto de estar juntas era suficiente. Chiara mantenía la mirada fija en el horizonte, sus ojos perdidos en el vasto mar que las rodeaba. Violeta siguió su mirada hacia el mar, compartiendo la incertidumbre que las ataba.