"Hay pequeños detalles que le resultan extraños: las cicatrices sobre el ojo y el pecho no le resultan familiares, y tiene un aire de confianza que Zoro aún debe perfeccionar, pero todo lo demás es una copia exacta, si no una versión mayor, de sí mismo. - Déjenlo en paz -, dice el hombre con una voz que Zoro sabe que es la suya, y en todos los diecisiete años que lleva vivo, nunca imaginó que un día se encontraría ante su yo de veintiún años".