Annie no podía dejar de observar a ese extraño joven que aparecía en la cafetería. Cada vez que iba se sentaba en la mesa más alejada del lugar y se ponía a escribir en un cuaderno. Jamás hablaba más de lo debido y nunca apartaba la mirada de sus palabras. La curiosidad de Annie aumentó cuando se encontró con él en mitad de la calle y lo descubrió lanzando un pequeño dado de seis caras como si su vida dependiese de ello. En ese momento, decidió que debía hablar con él. "Sí es seis, no es uno" - fue todo lo que dijo. Lo que Annie nunca esperó fue adentrarse de lleno en un adictivo juego de azar que se apoderaría de su corazón para siempre.