Los libros tienen el poder de transportarme a otros lugares, lugares extraordinarios y surrealistas a los que acudo cuando me siento rechazada en mi propio mundo. Cuando siento que me encuentro en el ojo de un huracán perpetuo y todo a mí alrededor cambia, mientras yo observo, sin poder hacer nada más. Momentos como este, tumbada en mi cama con la única compañía de mi libro favorito y el susurro de las hojas en el viento a través de mi ventana abierta. Las estrellas fueron los únicos testigos de la tranquilidad que se respiraba en mi pequeño rincón aquella oscura noche de septiembre, y de cómo, sin siquiera darme cuenta, me arrebataron todo lo que alguna vez fui. Acepté la mano del primero que me la tendió, y me vi arrastrada hacia el lado más peligroso del huracán, un huracán con nombre y apellido, que acabaría por destruirme. Un huracán, que acabaría siendo parte de mí. Soy un huracán, uno más débil de lo que todos piensan. Sin embargo, es un poco más fuerte que tú.