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Aquel chico de cabellos oscuros se encontraba tranquilamente tumbado en un banco de la preparatoria Inarizaki, este había sido elegido estratégicamente por el de ojos felinos debido a su localizaciónen en la parte trasera de la escuela, esto; para disfrutar de máxima tranquilidad que un adolescente de dieciséis años pueda disfrutar en una cárcel con cientos de adolescentes más, siendo estos lo suficientemente ruidosos para que Rintaro pudiera perder fácilmente sus casillas.

Ese día el cielo se encontraba completamente despejado, algo inusual por esas fechas, pero que a lo que el joven Rintaro respetaba, era una de las mejores maravillas habidas y por haber.

El joven muchacho se sentía en el cielo, la brisa del viento otoñal le daba en la cara mientras que el sol equilibraba con su calor aquellos atisbos de frío que presentaban estas fechas.

–Rintaro, ¿otra vez fumando? –

El joven ni siquiera se molestó en abrir sus ojos, no iba a malgastar innecesariamente su energía solo para mirar a aquel peligris teñido que había llegado nuevamente, como cada día, a mortificar los tranquilos y relajantes recreos que el castaño intentaba tener consigo mismo.

– Suna Rintaro, sé que me estás escuchando, que estás consciente de mi presencia y que eres demasiado vago como para siquiera mirarme. –exclamó el peligris de brazos cruzados, mirando a su compañero y amigo de forma mortal.– Cuando te hablo; mírame.

El peligris tomó al contrario por el cuello de su camisa, obligandolo a reaccionar aunque fuera simplemente moverse un centímetro.

–Osamu... –el castaño hizo una seña refiriéndose al peligris, dándole a entender que se acercara más a él, lo cual este acató hasta que los labios de Rintaro rozaban su oreja.– ...Que te follen.

Susurró el ojiverde en el oído de su compañero, produciendo que un fuerte escalofrío recorriera la columna vertebral de este. Sucesivamente, el peligris tiró tanto de la camisa de contrario que lo hizo quedarse sentado con las piernas estiradas en el resto del banco, dejándole al ojigris un sitio donde poder sentarse.

Rintaro no reaccionó de sobremanera a ninguna de las anteriores acciones ajenas, ¿para qué? No valía la pena pelearse con Osamu por aquello, a fin de cuentas y en el fondo, él sabía que el menor de los Miya solo buscaba su salud.

–Rintaro, ¿puedo hacerte un pregunta?

El menor le respondió con un leve sonido de asentimiento, permitiendo que el mayor continuara con sus palabras.

– ¿Por qué sigues fumando? Hace dos meses que me prometiste dejarlo, ¿o acaso no te acuerdas de cuando te dio el mono? ¿No crees que es tiempo? ¿Sé que puedes hacer el esfuerzo y–..

Las palabras del peligris se vieron interrumpidas por la acción del contrario, este, debido a la posición de sentado en la que lo había dejado el contrario anteriormente, se dejó caer hacia atrás nuevamente. Su cabeza terminó reposando sobre el muslo del ojigris.

Las mejillas del mayor se enrojecieron de forma salvaje al momento en el vio la cabeza del contrario en su muslo, mirándolo de forma sutil, soltando humo de sus pulmones con una ligera sonrisa.

– Osamu... ¿alguna vez te han... dicho lo guapo que te ves... desde la perspectiva en la que estoy... ahora mismo?

La forma de hablar del de cabellos castaños le dieron a entender al mayor lo colocado que este se encontraba. El teñido se vio obligado a desviar su mirada de forma veloz, no creía ser capaz de sostener la mirada de su amigo y salir ileso de ello.

– N-no, n-nunca me lo han dicho...

– ¿En serio? Qué raro, dudo que sea el único en admirar tu belleza... –su sonrisa se dirigía directamente al peligris mientras daba una calada a lo poco que quedaba de su porro.

Realmente el mayor parecía un tomate, no entiendia en que momento las palabras de su amigo le habían influido más que las de otras chicas que lo han halagado anteriormente.

– ¿Nunca lo has probado... Samu...?

– ¿El qué?

– La María.

– No, nunca.

– ¿Y no te gustaría probarla?

–N-no me hace r-real i-ilusión...

El ojiverde le regaló un sonrisa ladina a su amigo, sucesivamente le dio su última calada al porro antes de tirarlo.

A todo esto el peligris no podía quitar su mirada del contrario, dándose cuenta de que el humo del porro que el ajeno acababa inhalar, tras unos cuantos segundos, no había sido expulsado por este.

De un segundo a otro Rintaro ya se encontraba sujetando a Osamu de la mandíbula, mirándolo fijamente, alternado su vista entre los labios y los ojos ajenos.
El joven Osamu de forma inconsciente dejó que el menor dictara la situación como en gustara, ya todo le daba igual.

Sin siquiera darse cuenta ya se encontraba besando los labios ajenos en un beso suave y delicado. Las manos del joven Miya corrieron directamente al cabello ajeno. La mano del castaño pasó lentamente desde la barbilla hasta la nuca de este, recorriendo sucesivamente el brazo del ojigris.

Justo cuando el beso comenzaba a ponerse más en serio el castaño cortó este dejando simplemente unos centímetros de vacío entre los dos, admirando como el humo que antes tenía en sus pulmones, ahora se encontraba siendo exhalado por el mayor, una vista absolutamente maravillosa desde el punto de vista de Rintaro.

Los jóvenes estaban a segundos de volver al beso cuando justamente tocó la campana que daba a entender el fin del recreo.

–Me voy. –dijo el castaño para levantarse del regazo del peligris y levantarse para comenzar su camino a clase– Nos vemos en el entrenamiento, chao...

Este se despidió con la mano, siguiendo su camino tranquilamente. Mientras tanto, nuestro joven Miya se encontraba en shock tras aquel inesperado, pero no desagrable, beso. Su dedo pulgar pasaba suavemente sobre sus labios, recordando el tacto tan sutil de los labios ajenos, junto con sus mejillas aún más rojas de lo normal.

Ese día Osamu le pidió perdón mentalmente a su querida clase de educación física pero necesitaba ir a la enfermería antes del entrenamiento, no podía dejar que lo vieran en ese estado.

Seguramente su hermano más tarde lo bombardearía a preguntas sobre su localización en el recreo y porque no había dado señas le vida, pero ese era un tema que a Osamu no le interesaba lo más mínimo en ese momento.

Su mente en ese momento solo tenía un nombre y dudaba que este se fuera pronto de su mente.

Suna Rintaro había desbloqueado una nueva afición de Miya Osamu: sus besos.

♡♡♡♡♡

He disfrutado muchísimo escribiendo este capítulo, espero que ustedes también lo hayan disfrutado leyéndolo.

Felices fiestas. ~♡

ᴼˢᵃˢᵘᶰᵃ (𝑂𝑛𝑒-𝑠𝘩𝑜𝑡𝑠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora