Cap. 17

368 12 0
  • Dedicado a Judit Boza Ribas
                                    

Mientras esto sucedía yo seguía sentada en la escalera hasta que uno de los caballos se acerco y me dio en el hombro con el morro, lo acaricie, no tenía nada para darle.

-Eres un caballo muy bonito, pero no tengo nada para ti – sonreí acariciando su frente.

-Ahora sí – Naigel sonrió y me tiro un paquetito de azúcar que le di al animal - ¿Quieres montar?

-¿Se puede?

-Claro que si ¿Por qué no? Anda, date una vuelta.

Me subí al caballo de un salto y me di una vuelta galopando por la playa, me sentí libre por fin con la brisa en la cara, Naigel apareció en las rocas, baje del caballo y le mire, vino hacia mí e hicimos un poco el tonto por la orilla persiguiéndonos y salpicándoles, hacía tanto que no me reía que me olvide de todo. Nos besamos y deje que sus manos vagasen por mi cuerpo haciéndome llenar el aire de la noche con mis gemidos. Luego Naigel monto sobre la grupa y me tendió la mano para ayudarme a subir, devolvimos al animal a la cuadra y volvimos a casa.

Naigel estaba serio otra vez, casi distante, parecía preocupado.

-¿Qué te pasa?, no has dicho nada en todo el camino de vuelta. ¿Qué te preocupa Naigel?

-Cosas mías, no te preocupes.

-Ya vuelves otra vez… - suspire y me plante frente a él con los brazos en jarras - ¿puedo preguntarte algo?

-Claro.

-¿Por que me llevaste allí? Siempre me dices que confié en ti pero tú no te fías de mí, no me explicas nada, me preocupa tu silencio, te pasa algo Naigel y no sé que puedo hacer.

-Claro que confió en ti Giz – me miro dolido y luego me estrecho contra él – Siento ser tan complicado…no quiero que te preocupes, estoy bien, lo estaré si tú estás conmigo.

Yo insistí en mi pregunta tras pasarle la mano tras la nuca.

- Ya te lo dije, estábamos invitados.

-No, no me dijiste el motivo, y eras tú el que estabas invitado. Naigel, parecía que estuvieses mostrando un trofeo…

-No digas tonterías. Anda ven aquí – me tendió la mano y deje que me asiera la muñeca.

Guarde silencio y le deje atraerme hacia él que estaba sentado en el borde de la cama con las piernas separadas, me puso entre ellas y recostó su frente contra mi vientre, suspire y le acaricie la nuca y la espalda abrazándolo.

-¿Te encuentras mejor? – me preguntó tirando de mí con cuidado hasta dejarme parcialmente encima suyo a la altura de su rostro.

Asentí y le miré mientras bajaba la cremallera del vestido que cayo al suelo con un frufrú apenas audible, contemplo mi cuerpo y me besó cogiéndome la cara entre sus manos. Me tendió sobre la cama, ladeé la cabeza, estaba dolida, y enfadada aún con él, pero si le miraba no podría reprochárselo, se le veía tan indefenso esa noche… me besó la garganta y fue descendiendo e irremediablemente le deje hacer.

Nos amamos buena parte de la noche pero tome una decisión… tenía que volver, volver a casa.

Al día siguiente me marché, no podía seguir mucho más tiempo allí, recogí mis cosas y volví a casa dejando a Naigel en Paris pues aún tenía trabajo y debía ir a Nueva Orleans.

Una vez allí me arreglé, no quería seguir pensando en todo lo que había sucedido así que me enfunde dentro de mis botas de piel negra, cerré la cremallera de la falda del mismo material a juego con una camisa de media manga algo ceñida y me dirigí al curro.

La verdad, lo echaba de menos, las luces estereoscópicas girando sin parar, verdes, rojas, amarillas... copas que servir, y música atronadora que bailar. Me puse detrás de la barra de un salto, me ajuste la cinta negra del cuello y con una de mis mejores sonrisas empecé a prepáralo todo para cuando empezara a llegar la gente al garito.

En una hora ya estaba a petar, la pista era una marabunta sudorosa que se movía a ritmo de trance y en la barra no dábamos abasto pero era extrañamente feliz pese a extrañar a Naigel, hasta que vi dos figuras oscuras entrar avanzando directamente hasta donde yo estaba, desaparecieron. El corazón me iba  a cien, volvía a sentir aquella sensación, pánico, me observaban, había alguien o algo peligroso...conocido y deseé que Naigel entrará por la puerta. Intente relajarme, serían imaginaciones mías como siempre, “no hay ninguno más”, pensé y sonreí sirviéndole un cubata  a un chico joven, atractivo, pelo rubio, ojos azules, con una sonrisa muy agradable y empezó a hablarme y cuando ya empezaba a sentirme mejor las dos figuras aparecieron una a cada lado de la barra o eso me pareció, pero por fortuna el jefe me mando ir al reservado con una botella de ron, un Bloody Mary y una copa de coñac, ese que él se escondía en la caja fuerte para ocasiones especiales y que costaba un ojo de la cara. Llené la bandeja y como pude fui hasta el prívate, retiré la puerta de cristal y entre, sólo había una mesa ocupada, iluminado por esas pequeñas lamparitas, que a mí me parecían setas, y que el jefe se había empeñado en poner. Di las buenas noches y sin fijarme en las personas que ocupaban la mesa empecé a depositar las bebidas.

-Que marca tan interesante tienes- pronunció una voz de mujer con un marcado acento a la vez que su mano oscura se cerraba sobre mi muñeca.

Intenté desasirme de ella instintivamente apartando la mano pero no pude, me sujeto con firmeza y empezó a escrutar la palma de mi mano con el mayor descaro. Era una mujer hermosa, muy exótica, de piel canela y ojos negros, de mirada penetrante y labios carnosos, su cabello azabache se hallaba oculto tras un pañuelo de color rojo al estilo cíngaro, y sus ropas de hilo amarillento realzaban sus curvas y el tono de su piel. Iba acompañada de dos hombres elegantemente vestidos, ambos con traje negro y zapatos  a juego, el más joven llevaba una camisa azul con los dos primeros botones desabrochados, se había quitado la americana y se sentaba algo repantigado pero formal. El otro llevaba corbata negra y camisa morada. Tenía la americana abierta hacía los lados. Y la verdad eran seductores y sensuales pero había algo que no me gustaba así que aproveche al más mínimo descuido para recuperar mi brazo, limpié la mesa como si nada y me dispuse a salir de allí cuanto antes. (Cuanto deseaba la presencia de Naigel). Era como si me estuvieran cercando…

GizheleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora