Capítulo único

1.5K 121 25
                                    


1942

Caminaba por aquel borroso trazo de la oscura ciudad debido a la niebla, la calle apenas iluminada por un par de faroles que ni siquiera funcionaban correctamente.

Mis tacones se ensuciaban ligeramente con el pavimento rasgado del suelo, pero eran lo suficientemente altos como para que ni una partícula de polvo llegara hasta mis pies.

Toqué una de las puertas después de revisar que la dirección era allí, y una mujer no tan mayor, pero llena de ojeras y canas por el estrés, me abrió la puerta.

Sus ojos se llenaron de lágrimas insonoras después de verme, su mirada clavada en mí, vacía y oscura.

Todos me conocían en ese lugar; aquella mujer que sólo traía malas noticias.

La mensajera de la muerte.

Había empezado a trabajar con el gobierno poco antes de que la guerra empezase, muchos puestos quedaron destituidos y había empezado la falta de trabajo, así que en ese entonces, mi jefe me ofreció el trabajo que nadie quería para ayudarme.

No podía ser tan difícil.

Sólo tenía que ir casa por casa, repartiendo la noticia de los soldados caídos frente a las personas que más los amaban.

Fue complicado al principio, pero uno se termina endureciendo después de ver y vivir tantas lágrimas y dolor.

-¿Heechul?- Fue lo único que me preguntó, y yo asentí fríamente.

La mujer tapó su boca para callar su sollozo y apretó los ojos, mientras lloraba silenciosamente la pérdida del muchacho que fue su esposo. Una pareja joven, casados hace pocos años, y el hombre de su vida le había sido arrebatado de la forma más cruel.

Desafortunadamente, había tenido la oportunidad de conocer al soldado antes de su partida, lo que hacía todo más lamentable.

La mujer me miró fijamente con ojos suplicantes y supe lo que significaba, sólo faltaba aquella palabra clave sobre mí que también se había popularizado en la ciudad.

-Consuelo.- Murmuró pidiendo y asentí.

Allí estaba, la única señal que yo necesitaba.

Empujé a la desconocida mujer dentro de su humilde casa y cerré la puerta con mi pie. Entonces me acerqué y le aparté las manos de su rostro para besarla con pasión.

Ella tomó mi cintura y me apretó con fuerza, me jaló hasta su habitación y me tiró en la cama con brusquedad, subiéndose encima de mí.

Apreté su cuello mientras besaba allí, y ella rasguñó mis hombros por encima de la tela de mi vestido.

Le quité toda aquella ropa que la tapaba y me encargué de ella.

Mientras sus ojos se llenaban con más y más lágrimas, besé cada parte que me permitió de su cuerpo, acariciando y estimulando cada rincón de ella por esos escasos minutos antes de que tuviera que volver al trabajo.

Una vez que había acabado, la mujer me tiró una pequeña bolsa con monedas pero se la devolví, y antes de salir finalmente de su habitación, hice una reverencia que me devolvió con agradecimiento.

Me siguió hasta la puerta de su casa y nos despedimos con un apretón de manos, dispuestas a fingir que eso nunca había sucedido.

Y podía entenderlo.

Sólo fue un momento de debilidad para aquella rota mujer, no fue nada importante y no teníamos que recordarlo como tal.

Hace tiempo que lo tomaba como una obra de caridad para aquellas personas que sienten el dolor más profundo y desean olvidarlo por unos instantes.

the messenger ; lipsoul os (smut)Where stories live. Discover now