22: Para escribir 🌊

3.1K 444 238
                                    

La vida en solitario era muy cruda y desalentadora

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La vida en solitario era muy cruda y desalentadora.

Algunos tardaban años en averiguarlo, a otros les tomaba pocas semanas, sin embargo, a mí me bastaron dos horas. Es más, había comenzado a racionalizar una bolsa de patatas cuando salí de casa. Según yo, me alcanzaría para una semana.

El punto es que no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.

La primera persona a la que recurrí fue a Dylan (que por desgracia, ya tenía planes con su novia). Pese a ello, aceptó dejarme dinero.

Lo cierto es que tenía mis propios ahorros, pero era tarde para encontrar un sitio donde quedarme. Mi próxima opción fue Pascual, aunque terminé descartándolo debido a la amistad de nuestras madres. Al final, solo quedó Anabel. Vivía a veinte minutos y su padre trabajaba como vigilante en horario nocturno.

—Vale, he encendido la calefacción, pero tendré que apagarla en un rato o a mi padre le dará un infarto con las facturas —indicó la chica después de explicarle mi situación—. Igual traeré mantas y ni notarás el frío.

Me atreví a dudar. Vivíamos al norte de la ciudad y el invierno no daba treguas, así que no podía ser demasiado optimista.

—Gracias Ana.

—Bah tío, no me lo agradezcas —pronunció con una grave entonación. Cerró las cortinas y movió el sofá lejos de la ventana—. Solo te puedes quedar esta noche.

—No pasa nada, ya me apañaré solo.

Anabel se mostró compasiva, aunque le estaba costando no hacer comentarios mordaces. —Y dime, ¿cómo es eso?

—¿El qué?

—Lo de apañarte solo —contuvo una risita y siguió: —Perdona. Es que me cuesta trabajo imaginarlo. Eres demasiado blando para la calle y hay gente muy chunga allá afuera.

Lo dicho. El sarcasmo corría por su sangre.

—Lo sé.

—¿Estás seguro? —cuestionó escéptica—. Porque te pusiste a llorar como una nenaza cuando un sintecho te insultó por no darle una moneda.

Iba a replicar, pero entonces apareció Micaela. Apenas volvía del trabajo, razón por la cual se sorprendió al verme.

—¿Qué tal? —saludé, sin embargo, sus ojos no se desprendieron de mi maleta.

De inmediato, Anabel la llevó a su habitación bajo el pretexto de ir por mantas y almohadas. Di por hecho que le contaría hasta el último detalle de lo que había pasado.

 Di por hecho que le contaría hasta el último detalle de lo que había pasado

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Tres es la medidaWhere stories live. Discover now