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Al día siguiente Hyesun hizo como si no hubiese pasado nada y volvió a clase.
La música salía de sus auriculares, como de costumbre, y no fijaba su mirada en nadie ya que iba pensando en sus cosas.
Eso causó que se chocase con alguien.
La pelinegra chasqueó la lengua ya que siempre le pasaba lo mismo.
'Estamos destinados'
Fue lo que escuchó al quitarse un auricular.
Levantó su cabeza para mirar al chico ahora de pelo blanco.
Las palabras se quedaron en su garganta, no sabía qué o cómo responder.
'¿Estás mejor?'
Preguntó Renjun preocupado.
Hyesun no le hizo caso y se centró en lo que murmuraba la gente a su alrededor.
Con un largo suspiro siguió caminando, dejando al chico de lado.
Su mirada y cabeza estaban agachadas, con miedo de que alguien pudiese conectar miradas y viese sus ojos rojos.
La chica se estaba aguantando las ganas de llorar ya que sólo quería estar con el chico, abrazarle y sentirse protegida.
Pero con su mala reputación no quería que el chico viviese lo mismo que ella.
Sin ánimos de ir a clase se dirigió a la azotea, su único sitio seguro.
Soltó su mochila a un lado y sus lágrimas cayeron sin cesar.
Estaba cansada de demostrarle a todo el mundo que era fuerte y que nada la iba a romper, cuando realmente era todo lo contrario.
Algunos sollozos salieron de sus labios y alguien rodeó su cuerpo.
No le hizo falta ver quien era ya que lo sabía.
Ese característico olor y calidez de abrazo sólo lo tenía una persona.
Y ese era Renjun.
Quien una vez más se había convertido en su salvación.
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