XIV

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Las fuertes manos de aquel joven de diecinueve años apretaban causando moretones en las muñecas de su acompañante. Una niña para él, una pequeña presa de todos los chupasangres que la rodeaban. Presa de lo que su propio padre permitió por una idiotez más. Las consecuencias de los actos son como un boomerang lanzado suavemente y que vuelve con una briza que pone los pelos de punta, pero hay una diferencia, ella no sabía qué había hecho. La empujó contra la pared, el estruendo se hizo presente en la habitación, volteando un cuadro que se había mantenido colgado por mucho tiempo. El golpe provocó un dolor agudo en su espalda. Sintió como dos ojos buscaban su mirada, una fiera surgía del interior de la persona que tenía en frente. Sus piernas temblaban, esos orbes que antes eran un dulce mar, ahora era un ciclón de furia. Sus muñecas ardían por dentro y comenzaban a entumecerse.

—Ten más cuidado —habló él con una voz grave y llena de amargura, ella solo inclinó la cabeza—. Cada pasó que das es uno que te puede llevar a la muerte.

Narumi agachó la cabeza pero Shu la obligó a seguir mirándolo a los ojos. Tenía bronca y locura dentro suyo, él sabía bien que no debía descargarse con ella. No iba a resultar bien, podía alejarla de su lado y allí terminaría todo. Sin embargo, sus emociones eran más fuertes. Ya había sentido algo así antes… con la novia que los dejó por los descendientes de los Tsukinami. El gesto de ella yéndose de su lado para ir tras Carla… le dolía. ¿Y si Narumi se iba con Yuma? Él volvería a estar solo.

“A ella no le importaría…” ese pensamiento fugaz solo provocaba que su furia aumentara.

—¿Eres un perro que menea la cola por comida? ¿No era que ibas a estar conmigo por siempre? —quería detener su boca, sus palabras. El daño que estaba causando era horrible—. ¿A cualquier hombre le haces esas promesas? —apretó un poco más.

—Shu —dijo ella captando por fin lo sucedido, movió sus manos para lograr liberarse del rubio pero no lo logró.

—No me llames. Yuma pudo morderte y hacerte suya… como un animal más —sin previo aviso, la joven logró soltarse y empujar a Shu para dejarlo contra el suelo.

—¡T-t-tonto! —gritó y corrió hacia su habitación azotando la puerta de Shu.

Una lágrima rodó por sus mejillas. Shu no solía ser así, siempre fue alguien un tanto comprensivo, nunca demostró ser impulsivo. Pero hoy estaba inquieto desde el comienzo. Él no quería desde el principio que ella fuera hacia la casa de Yuma, ¿Por qué? ¿Será porque sabía la naturaleza de esa familia?.

—Shu… —las lágrimas comenzaron a brotar con brutalidad al recordar aquellos ojos que gritaban traición. Ella sentía una gran necesidad de explicarle que Yuma no le haría eso, porque si no lo hizo por tres meses no lo iba hacer ahora. El castaño era un buen chico a pesar de su temperamento. Tenía una personalidad muy dulce en cuanto a lo que lo rodeaba. Quizás él era siempre así.

Su corazón dio un brinco ante un pensamiento fugaz. Si se deprimía en ese momento las cosas no se arreglarían, las acciones y los sentimientos hacen a la amistad. No iba a soltar a ninguno de los dos.

El joven se quedó callado… lo sabía y no se contuvo. Miró la puerta por donde ella había salido… por donde ella lo insultó. Fijó su mirada en sus manos, lo que hizo con su amor volvía a su mente. Era la segunda vez en su maldita vida que hacía eso. Sus celos… sus estúpidos celos la involucraban en una red que no tenía fin. Lamentablemente, la muchacha estaba para ser sacrificada y, quizás, por él. Se incorporó. Sentía un gran peso llamado culpa. No importara en que punto de vista se colocara: tanto lo sucedido con el Mukami como la pelea de hace unos minutos dejaban en claro los sentimientos mal formados que Shu tenía dentro de su ser. Si sólo lograba moldearlos.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Where stories live. Discover now