Capítulo 4

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Solo pasaron cinco minutos que pidió ayuda y ya estaba acompañada por sus dos nuevos amigos. Aunque no sabía muy bien por qué había recurrido a ellos, sabiendo que el problema era un amigo de ellos, pero... no lo pensó en ese momento. Ni siquiera se había recordado que tenía más amiga, aunque ninguna de ellas vivía cerca de allí, a excepción de Alana y Sol, que ninguna podía acercarse, y Chelsey no tenía medio de transporte que la hiciera llegar lo suficientemente rápido como para consolarla antes de que se le pasara su momento de crisis.

—Ya llevamos media hora aquí y no nos has dicho qué te pasó —habló Christopher dándole un sorbo a su chocolate caliente y la miraba fijamente.

—Bueno, no pasó media hora —lo miró Joel—, pero sí pasaron bastantes minutos —corrió su mirada hacia Madison—. ¿Qué pasó?

Carajo. Maddie ni siquiera se había dado cuenta que sus nuevos amigos no tenían idea sobre lo que pasaba con Erick. No pasaba mucho, en realidad; solo el simple deseo de no querer verlo nunca porque la hacía sentir pequeña y vulnerable ante él por razones que desconocía hasta el momento. ¿Pero cómo les explicaría eso a ellos? No hacía falta decirles, cualquier otra persona no le hubiese confiado demasiado a dos chicos que apenas acababa de conocer.

No debería decirles.

—Me pasa algo muy raro... —habló por fin, y se quedó callada a media oración.

No debería decirles.

—¿Con quién o qué? —preguntó Joel, mientras dio varios tragos a su taza de café negro.

—Con Erick —soltó de repente, hundiéndose en su asiento.

Oh, ella lo dijo.

Por alguna razón se sentía lo suficientemente en confianza como para decirle a ellos sobre lo que le pasaba. Además, si empezaban a ser amigos, Maddie pensaba que debería aclarar que nunca tendrían que intentar acercárle a Erick a ella. Sea cual sea la circunstancia.

Joel y Christopher se miraron apenas escucharon esas palabras salir de su boca. Fueron diez largos segundo en los que tuvieron una discusión sin sonidos y los ojos de ambos cayeron en Madison. La estudiaron por lo que parecieron ser horas y horas y todo lo que ella pudo hacer era mirar a ambos intercaladamente. No sabía qué era lo que estaban haciendo, pero algo dentro suyo decía que no quería enterarse tampoco.

—Algo con Erick... ¿como qué? —rompió el silencio Christopher.

—Cuando lo vi por primera vez en la playa... —comenzó a explicar Madison y jugueteaba con la pulcera llena de dijes que combinaba con la que le había regalado a Alana hace años—, me sentí demasiado pequeña, ¿saben?... Él me hizo sentir vulnerable y deseé nunca volverlo a ver y a todo lo que tenga que ver con él.

Levantó la mirada y se encontró con dos pares de ojos, avellanas y cafés, que la evaluaron de tal manera que sintió que podían ver más allá de sus ojos. Joel la incitó a seguir hablando.

—Y luego ustedes estudian en la misma universidad que yo estudio ahora —susurró bajando su mirada de nueva cuenta—. Hasta hoy me había olvidado de él, pero... —pasó sus manos por su rostro, como si ese acto fuera a sacarle todas las extrañas sensaciones que sentía en aquel momento.

—¿Pero...?

—Hoy lo vi —Joel y Christopher intercambiaron miradas, sus rostros serios—. Y actuó como si yo fuese un pedazo de carne y él un animal carnívoro.

𝕄𝕒𝕞𝕖𝕣𝕒𝕤 𝕕𝕖 𝔸𝕞𝕒𝕣 || ᴇʀɪᴄᴋ ʙʀɪᴀɴ ᴄᴏʟᴏ́ɴWhere stories live. Discover now