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Para una persona como (Nombre) la quietud era desconcertante, incluso podría decirse que prefería el peor sufrimiento y tribulación antes de ser un barco en el muelle, con las aguas inmóviles y la fuerza del viento detenida por una mano invisible. Esa figura de hierro en el fondo del espacio acuático le impedía zarpar hacia el mar desconocido, maravilloso, profundo; mientras que su sed de aventura y emoción se acrecentaba, la vida era irónica y lanzaba una moneda para que probara su suerte en un escenario sereno, donde estuviese estacionada.

Era más que evidente, se encontraba anclada a ese lugar. Y aunque le disgustaba estar en ese momento de su vida, donde todo parecía detenerse, para que pudiese tomar un respiro antes de continuar, le asfixiaba la idea de estancarse, entrar en un estado de monotonía gris que le arrebatara los sueños. Así que, cuando miró el cielo de nuevo, donde no se podían distinguir los rayos abrasadores del sol, ni nubes de tormenta, se desprendió de las viejas cartas que alguna vez escribió para personas que no valían la pena, ni la hoja o la tinta negra.

— ¿Estás bien? Llevas un buen rato callada, y ambos sabemos que tú no eres así —dijo Natsuo, colocando una mano sobre la de su novia, apretando su agarre para transmitir esa paz y buenas vibras que lo acompañaban desde que la conoció.

—Sí, es solo que a veces me quedo ensimismada —contestó, los mechones negros derramados en el pecho del varón debajo de ella—. Creo que es el momento preciso para observar el paisaje y ver cuanto he progresado, cerrando el capítulo anterior, comenzando a escribir uno nuevo y siendo un poco más feliz con lo aprendido.

El de cabellos blancos sonrió, acariciando con sus dedos la tierna faz de la muchacha—. Lo dices como si ocurriese algo que te molestara o preocupara.

—No exactamente, siempre he sido de las que no le gustan dejar cosas inconclusas y ahora con lo que sucede a nuestro alrededor, es propicio que reflexione sobre ello.

—Quiero agradecerte por no desaparecer, aún cuando mis problemas se juntaron y explotaron como una granada, hiriendo a los que alcanzó —su voz era suave y sedosa, miel para la fémina—. Recuperar a mi hermano Touya fue un torbellino que amenazó con destruir o traer nuevos cambios, por suerte, todo para bien.

Ella se rió, sus labios formando la curva favorita del Todoroki cuando la vislumbró encima de su cuerpo, dibujando patrones en sus mejillas y los ojos le brillaron como hacía tiempo no percibía. Su amada volvía a renacer, luego de tanta tragedia que había colmado sus días, esa desidia prolongada arrastrada por el único vendaval que los sacudió con vehemencia mientras estaban en la playa, acostados en la toalla sobre la arena blanca. Y se aferró a los atisbo de alegría que se trenzaba entre los dos, uniendo sus corazones en un mismo relato que le proporcionaba el cobijo necesario.

Ese día no eran víctimas de la ira, el rencor, disforia o melancolía. Ni tampoco experimentaba el sabor más dulce y electrizante de una euforia catatónica desbordante. Era simple, sencillo; paz en los colores de sus orbes y armonía en las diferentes tonalidades del arcoíris reflectante. Natsuo estaba feliz, mojando los dedos de los pies en la espuma y (Nombre) caminando en senderos hechos con caracolas, inundada por la calma y expresión apacible luego de la despiadada guerra.

¿Y si te beso los miedos? ❀ Natsuo TodorokiWhere stories live. Discover now