Mon amour ©

IV

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CAPITULO 4
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𝓔stá vez hay algo diferente entre ellos.

Sentimientos encontrados rondan subyacentes entre ambos. Como si tu presencia estuviese ahí atormentándola y trayendo tu recuerdo de vuelta en múltiples momentos que van y vienen como el mar.

A través de las ventanas puede verse la gestación de una tormenta. La noche oscura cobra vida intensamente cuando un rayo atraviesa los cielos, crepita con fuerza y chispas vuelan mientras las nubes cercanas se vuelven visibles por una pequeña fracción de segundo antes de mezclarse en el mismo oscuro cielo. Poco después otro trueno retumba, siguiendo el ejemplo del reciente, ambos le prestaron tanta atención que además de que aquella luz brillante se ve como una ruptura en el cielo, también rompe su silencio.

—¿Te arrepientes? —le pregunta mirándola tan fijamente que podría decirse que intenta indagar, ver lo que no vio en meses.

—¿De qué? —ella respira profundo, haciendo un esfuerzo por mantener la calma.

—De lo que ocurrió entre nosotros. —Ella hubiera perdido aquella respuesta si no la hubiera estado esperando, porque sabía que esta conversación ocurriría.

—Ni si quiera sé qué decir —murmura—, mi vida está tan estancada en este momento.

—Es porque no puedes ser honesta —incapaz de contener el sollozo que amenazaban con derramar los labios de ella, tose y se traga las lagrimas—, lo pregunto para que me afirmes lo que pienso. Decir que 'sí te arrepientes' no va a dolerme más, ya sentí suficiente —continua hablando. Mientras ella se abraza a sí misma mentalmente—. Nunca me has devuelto un "te amo", mon amour. No soy idiota, sé que hay alguien más.

Fue un romance que ardió y resplandeció rápido. Él la anhela como un callejón oscuro lo hace con el sol. Las hermosas palabras que él alguna vez dijo solo cayeron en los oídos sordos de ella.

—Deja de engañarte con el pensamiento de que todo está bien cuando en realidad sabes que no —el silencio que él deja luego de sus palabras los hace percatar de que la tormenta continúa pero menos airada.

Él la mira por una última vez y toma su chaqueta. Una sola lagrima rueda por la delicada mejilla de Éleonore al verlo irse, luego otra lágrima que va dejando huella que quema y quema. Una marca de otro fracaso pero uno que le deja una enseñanza y es entonces donde limpia sus lágrimas.

Alguna vez tú lo dijiste todo. Él lo estaba repitiendo y su mente gritaba y ensordecía. Porque las poéticas y hermosas palabras solo sonarán bien cuando salgan de los labios que ella nunca podrá besar.

Definitivamente lo de ellos terminó.

Y Éleonore quiere pensar en que dejará de preocuparse de que no es Septiembre y hará calor en Paris. Porque es Febrero y en efecto; uno muy frio y el que podría ser el mejor.

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Esto es triste, pero de alguna forma siento serenidad por Éleonore, al menos por ahora.