II

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—Espera... ¿Ya viste quién está detrás de ti? Es ese sujeto...

—¿Ese tipo? ¿Quién es?

—¿No lo conoces? Es bastante famoso. Bueno, lo fue... Tuvo sus quince minutos de fama el año pasado.

—El video que grabó la fraternidad... Lo subieron a internet.

—¿Qué vídeo?

Me contuve de poner los ojos en blanco. Todo el mundo sabía de eso. ¿Debajo de qué piedra vivía ese sujeto? Chico nuevo, seguramente. Mi móvil estaba roto —yo lo había roto, estrellándolo contra la pared—; de otra manera me hubiese ofrecido a buscárselo.

Me acomodé sobre un brazo detrás de mi cabeza, y mi mano contraria reptó por el césped bajo mi cuerpo, sintiendo la frialdad y la aspereza de la hierba hasta detenerse sobre un montículo de bordes irregulares.

—Espera... ¿No es el hijo de esos ricachones? Los de la farmacéutica. Salió en el periódico hace unas semanas.

Correcto.

—Así es. Sus padres son unos alemanes estirados; dueños de una empresa multimillonaria de fármacos.

Casi del todo correcto.

—Se mudaron aquí por culpa de su hijo, probablemente. Quien sabe qué habrá hecho allá...

Error.

—¿No dicen que se acostó con una maestra apenas entrar aquí?

Ah... la señorita Connor... Treinta y ocho años; guapa, aunque algo mojigata al principio. Sólo al principio.

—Su padre tuvo que pagar para que no lo expulsaran. La maestra fue despedida. Hubiese enfrentado una demanda si no.

—¿Por qué?

—Era un menor de edad. Entró aquí a los dieciséis.

—¿Eso se puede? Ingresar a la escuela de medicina tan joven...

—No en estricto rigor, pero dicen que era un genio; un prodigio; y que solo por eso lo promovieron.

Silencio.

Ese odioso lapso de ponderación. Lo había visto tantas veces en mi vida que había aprendido a reconocerlo antes siquiera de que se manifestase en el ambiente, cada vez que yo era el tema de la conversación.

—Pura mierda. Lo promovieron porque sus padres tienen dinero. —Parcialmente cierto, aunque una gran parte de ese mérito seguía siendo mía—. La verdad es que es un puto loco. Lo encontraron gritando el mes pasado, en los baños, tirándose el pelo y rasguñándose el cuello hasta hacerse sangrar. Nadie sabe qué fue lo que le pasó. Después se ausentó por una semana. Cuando volvió iba dopado por los pasillos, murmurando cosas sin sentido, y se dormía en todas las clases.

—Pobre. Qué patético...

No era que no fuera divertido oír a otros hablar de mí. A veces incluso conseguían sorprenderme con las exageraciones con que enaltecían los rumores que se contaban sobre mis supuestas hazañas y desventuras.

Pero otras... era sencillamente demasiado.

Me levanté del sitio a la sombra contra la pared, en donde hasta ese momento había estado descansando con los auriculares puestos conectados a mi móvil roto, los desconecté y los guardé en mi bolsillo, y después eché a caminar por el césped, pasando por su lado.

Se callaron al instante. Fingieron que no me veían; que no habían estado hablando de mí por casi diez minutos, conmigo a menos de cinco metros de ellos, pensando que no los oía.

Re:H (HUNTERS)Where stories live. Discover now