7. ¿Qué es el amor?

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6 de enero de 2020

¡Claro! Quien sea haría la obvia pregunta de si estoy enamorada de Dylan, ¿por qué demonios tengo celos hacia su hija? ¡Gianna puede hacer lo que quiera con su vida! No me debería interesar en lo más mínimo. Pronto ella empezará la universidad, y lo más seguro es que se irá a vivir sola. Así que solo debo de mantener la calma unos cuantos meses más hasta el verano.

Yo y Gianna... ¡Obvio! Ya estoy pensando en tonterías. Supongo que el extremo calor de Río me está achicharrando los circuitos dentro de mi cabeza. Ni siquiera esos pensamientos tendrían por qué existir en mi atormentada mente. Gracias al cielo, en un ratito más iré con mi novia a la playa de Copacabana a darnos un refrescante chapuzón.

Mar, arena y brisa son los ingredientes para despejar las estupideces que nublan a mis ideas. Por supuesto, y más tarde debo de valorar virtualmente esas benditas piezas chinas. El lado positivo de aquello es que me mantendrá ocupada por si el océano no logra llevarse la sonrisa de Gianna consigo.

Ya casi era el mediodía cuando al lado de Dylan abandono el hotel bien preparada con toallas, lentes de sol, bronceador y unos sombreros playeros. No visto más que mi bikini y un pareo, mientras mi novio me enciende al verle esa tableta de chocolate marcadísima en su abdomen ya que su camisa hawaiana está desabotonada. Lo único que deseo es que nadie en la playa lo identifique como jugador del Chelsea, pues en menos de cinco minutos habrá una larga fila de personas buscando un selfi con él.

El calor de las doce del día es abrasador e inclemente. Abrir la boca equivale a secarte la garganta en cuestión de segundos como si estuvieras en el desierto mismo. ¡Las calles deberían de tener aire acondicionado! Imagino que la sensación de estar achicharrándome es debido a la costumbre del frío clima europeo, y mucho más con el señor invierno de Londres.

Una sonrisa se forma en mi rostro al echar un vistazo al horizonte de la playa y notar que no hay muchas personas aglomerando la orilla -en el sentido de que no parece un hormiguero-. Quizá porque hoy es lunes y andan trabajando como casi todo el mundo que no se puede dar el lujo de unas vacaciones como nosotros.

Dejo escapar un suspiro en el momento que una fresca brisa relaja un poco el ardor que el sol provoca en mi piel. Caminamos unos metros más para adentrarnos en la playa, sin decirnos nada ya hemos escogido el lugar perfecto para extender las toallas. Así que tomados de la mano caminamos por el inusual ecosistema brasileño. Aunque ya había leído sobre el gusto de los brasileños y brasileñas por "usar poco" en las playas, no puedo evitar sorprenderme al observar que todas -o en su casi totalidad- de las mujeres visten bikinis sin importar la edad. Hasta llego a considerar que ando con "demasiada" ropa encima pues en su mayoría los bikinis no son más que unos tops triangulares y unas tangas.

- Qué fácil es identificar a quiénes son extranjeros, ¿no? -opina mi novio cuando nuestros ojos se enlazan luego del primer vistazos a los veraneantes-

- Sí, amor. Son los que llevan ropa holgada y recatada como nosotros. Oye, hasta los hombres usan ropa de baño súper estrecha -exclamo algo escandalizada. Esto no existe ni en Francia o Inglaterra-.

- Si quieres mañana me visto así...

- ¡No! ¡Ni lo pienses! De por sí más de una tipa ya te ha echado el ojo y no voy a darles más razones para que lo sigan haciendo.

- Me encanta cuando te pones así de territorial.

- Llego a ser más civilizada que tú. Aún recuerdo lo que pasó en ese pub en Irlanda del Norte.

- Fue suerte de que los guardias de seguridad fueran fans del Chelsea. Pero sabes que lo volvería a hacer si algún imbécil se le ocurre faltarte el respeto.

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