Cuento 7

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Atraída por el frío y silencio de la noche Olivia fue a caminar, llegó a un bosque y dejó que sus pies la guiaran hacia algún lugar. Las sombras de los árboles bailaban a su alrededor y las estrellas brillaban con cierta
esperanza.

Se tiró en el suelo, sintió la tierra bajo ella y observó como los árboles se elevaban sobre su cabeza.

La noche susurraba canciones en su oído y su nariz se impregnó de un sutil aroma a olvido.

Era increíble que se sintiera tan llena de emociones y al mismo tiempo tan vacía.

¿Alguien se daría cuenta de su ausencia? Probablemente no. Siempre se considero una persona de presencia débil, con o sin ella todo seguía igual y por más que quisiera eso era algo que ella no podía cambiar.

En ese momento unas ganas terribles de desaperecer se apoderaron de ella. Cerrar los ojos y evaporarse, desaparecer en el aire. ¿Sería eso considerado suicida?

Algunos dicen que la gente no se quiere suicidar realmente, que solo quieren ser rescatados. Podría ser así, pero a Olivia nadie la salvaría, porque nadie estaba interesando en su dolor. Estaba sola: ella y sus demonios.

Sintió como sí el tiempo se detuviera, como si nada fuera real casi como sí estuviera soñando.

Sus parpados comenzaron a ceder. ¿Qué importaba quedarse ahí? Nadie la necesitaba en otro lado y es que al final del día todo lo que tenemos es lo que somos.

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