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La plática con aquellos hombres había sido aburrida, monótona y para nada cambiante. Los dueños de las grandes empresas de la ciudad estaban reunidos y hablando de futuros negocios que estaban pensando en hacer los unos con los otros.

Mi mente hacía mucho tiempo se había alejado de la conversación y de la celebración en general, solo podía pensar en cosas que me hubiera gustado hacer o diálogos que jamás sucederían, palabras y escenas que por más que quisiera jamás pasarían. Era como ser directora cinematográfica en mi propia mente, creaba situaciones y personajes con voz, diálogos e ideas propias.

Si alguien llegaba a enterarse de lo que pasaba por mi mente cuando me quedaba en silencio, me encerrarían en un hospital psiquiátrico de por vida. Sin embargo, a mi parecer era la mejor expresión de desahogo que podía tener. Aquello era mi pequeño espacio, mis momentos para sentir un poco de paz.
 
— ¿Scar? — Un susurro cerca de mi oreja llamó mi atención, alejando mi mente del tórrido beso que estaba pasando en mi mente.

— ¿Sí? — Pregunté.

— He preguntado algo. — La voz hostil del padre de mi prometido se hizo espacio entre ambos. — ¿Han pensado en lo que invertirán tan pronto se casen? — Preguntó con un tono de voz mordaz.
 
Ese hombre me desagradaba, su voz me resultaba molesta y su presencia era molesta.
 
— Bueno... — Comencé a pensar en una respuesta rápida.

— Hemos pensado en invertir en empresas que desarrollan tecnología. — Drew tomó las riendas de la situación en un intento de protegerme porque él lo sabía, sabía que si no respondía iba a ser víctima de los ataques de su padre.
 
Maldije mil veces en mi cabeza por no haber sido más rápida. Por mi culpa él se había expuesto a una situación desagradable, por mi falta de rapidez Andrew había sacrificado una vez más su autoestima para protegerme de su progenitor.

Debía defenderlo o al final de la noche Andrew solo sería pedazos de sí mismo.
 
— Bueno. — Respondió su padre con sequedad. — No tiene mucha salida pero está bien para comenzar.

— Se equivoca, el campo de la tecnología tiene salida y mucha. La inteligencia artificial cada vez abarca más y no es para nada económica. Si nuestros planes salen como deseamos y tenemos pensado, podríamos ganar mucho dinero. — Respondí con un tono de voz más alto que el habitual.

— ¿Qué es lo que un par de niños harían con la tecnología? — Preguntó uno de los hombres allí de pie, de forma burlona y mirándonos con superioridad.

— ¿Acaso su empresa continúa utilizando los métodos antiguos? — Pregunté tenaz, causando que la risa del selecto grupo cesara. — Hasta donde tengo entendido, cada una de sus empresas utiliza tecnología y por lo mismo, la inteligencia artificial. Ya sea para calcular sus ganancias y pérdidas o para mejorar la eficiencia de sus productos. — Respondí con una sonrisa forzada mientras mi prometido exprimía mi brazo en un pobre intento por detenerme. — De no ser por la tecnología, sus imperios no serían más que escombros.

— Una mujer inteligente y tenaz... — Murmuró uno de los socios que se había mantenido al margen.
 
Algo me decía que me había ganado a un posible socio.  
 
— Sí, justo lo que mi hijo necesita a su lado. — Añadió con supuesto orgullo mi “suegro”.
 
Por inercia, mi boca se abrió para replicar el horrible comentario que había dicho ese desagradable señor, pero Andrew no me lo permitió.
 
— Disculpen. — Habló por lo bajo y sujetó mi brazo con firmeza, alejándome arrastras de ese grupo de escorpiones que buscaban con la mirada a alguien más para despedazar.
 
Andrew Wagton a pesar de ser el hijo de uno de esos escorpiones, era el juguete preferido de todos ellos pues mi prometido no se atrevía a defenderse, ni siquiera alzaba la voz para callarlos con sus maravillosos argumentos inteligentes. Me molestaba grandemente que él ni siquiera se atreviera a observarlos a los ojos para dejarles saber que no les temía.

Andrew simplemente no demostrara que era alguien capaz cuando realmente lo era. Mi prometido no hacía nada para cambiar esa imagen que tenían de él, no hablaba y tampoco actuaba, solo se quedaba ahí, recibiendo insultos y palabras mal intencionadas de un grupo de hombres crueles.
 
— Andrew. — Lo reñí mientras caminábamos con rapidez.

— Ahora no, Scar. Por favor, espera a que estemos solos. — Él dobló en una esquina que llevaba hacia el jardín.

— ¿Qué crees que estás haciendo? — Pregunté con fastidio. — ¿Siempre será así?

— ¿Qué quieres que haga? ¿Qué le responda? — Cuestionó con cierta timidez y frustración.

— Sí, eso quiero. Quiero que no te quedes callado, que te defiendas y que me mires a los ojos cuando te estoy hablando. — Alzó la mirada, observándome como si aquello le doliera. — No puedes continuar así, tu autoestima se va por los suelos y sabes que él no tiene razón.

— No importa Scar, no tiene sentido discutir con él. — Levantó su mano y la llevó a su nuca, en donde peinó su lacio cabello. Esa era una acción que hacía cuando su frustración estaba en todo su esplendor.

— Es un imbécil. — Aseguré y solté el aire que llevaba reteniendo en la boca del estómago.

— Nadie niega eso. — Sonrió con timidez. — No le prestes atención, solo quiere que tropecemos.

— Te hace tropezar todo el tiempo. — Aseguré.

— Sí pero no a ti, no a nosotros juntos. — Asintió con cada palabra como si intentara hacerme ver su punto. — Solo aguarda un poco, solo un poco más.

— ¿Me estás intentando decir que me muerda la lengua y espere a que estemos casados para que tomemos el control de la situación? — Pregunté, sintiéndome bastante ofendida.

— Sí. Tienes que controlarte. — Tomó mi mano y me sentó a su lado en el borde de la fuente que se encontraba en el centro del jardín.
 
¿Cuándo habíamos llegado hasta ahí?
 
— Cambiaré el tema de conversación para distraer las ganas que tengo de golpear esa perfecta nariz que tienes. — Comenté por lo bajo causando una sutil risilla por parte de mi acompañante.— Andrew, ¿qué cosas te gustan? — Le pregunté. — Me refiero a que… Te conozco como amigo pero no como pareja.

— Entiendo. — Asintió levemente y se acomodó, preparándose para contestar. — Bueno, me gustan los pastelitos, la música clásica y el cine. No hay mucho más...

— Eso ya lo sabía. — Respondí con desdén al no tener información nueva. — Pero me refiero a algo más, alguna cosa que te parezca romántico o no sé, algo parecido.

— No hay nada más, lo que sabes es lo que hay. — Respondió mientras observaba el suelo y negaba. Parecía que busca algunas cosas en su mente pero que no las encontrabas. — ¿Y tú?

— No te creo, sé que eres más interesante que eso. — Murmuré. — Me gusta lo cliché, las rosas, cartas escritas a mano y las dedicaciones de canciones, son detalles que me parecen románticos.

— Intentaré... Intentaré cumplir con tus expectativas. — Murmuró mi mejor amigo.

— No tienes porqué hacerlo, solo sé tú, conmigo no tienes que fingir ser alguien que no eres. — Le sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro. — Además, son detalles que me parecen románticos pero no tienes que hacerlo, no son requisitos ni mucho menos exigencias.
 
Estuvimos sentados en el borde de la fuente durante lo que parecieron horas. Solo éramos él y yo, cada uno pensando en sus cosas y a su vez, sosteniéndonos mutuamente. Decidimos irnos sin dar demasiada importancia a las miradas reprobatorias de nuestros padres. Él me dejó en mi casa y luego se fue a la suya, no sin antes acordar vernos temprano en la mañana.

Una vez que salió el sol y la comida estuvo sobre la mesa, la familia Colemman se reunió en el comedor para llevar acabo un desayuno tenso y lleno de silencio, algo habitual en mi casa. Mis padres y yo no teníamos la mejor de las relaciones sino todo lo contrario, no intercambiábamos palabra más allá de lo necesario. Solo manteníamos una conversación relativamente estable y cordial cuando mi padre tenía algo que celebrar, mi madre llevaba a la mesa algún chisme interesante o si yo no había tenido la mejor calificación de la clase.

Para mi suerte no tuve que esperar demasiado para que Andrew pasara a buscarme y pudiéramos hablar con tranquilidad sobre lo que nos la quitada: la boda.

Perfecto Mentiroso©Where stories live. Discover now