Capítulo 30

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—Ares…

—¡El mismo que viste y calza! Oh, ¿pensabas que me quedaría en el calabozo? —sus ojos se fueron de mí hasta la puerta, los gritos inundando el piso. No sabía lo que pasaba—. Oh, eso. Pues, digamos que tu preciado templo se está yendo abajo. Aunque yo tú no me preocuparía, no saldrás de esta habitación, al menos no con vida.

—Hijo, no hagas esto. Lo podemos solucionar. Y-yo, traeré a Kala de vuelta t-

—Calla, por favor. En cuanto a Kala, tranquilo, yo traeré a mujer y por favor, ahorrate el llamarme hijo. —dije seriamente—. Dañaste mi vida, y mira que aguanté mucho para no traspasar tu cuello con mi espada. Pero tú mismo me diste los motivos para acabar con tu reinado.

—No serás rey después de esto, ¿Lo sabes?

—Me lo paso por las nalgas, querido padre. No intentes buscar cosas para intentar hacerme cambiar de opinión. 

—¿Harás todo esto, solo por una mujer? ¿Acabarás con tu familia por una chica? —preguntó mi padre.

—Ella, es el amor de mi vida. La alejaron de mi lado y la vendieron como si de un objeto se tratara. Lo prometí y yo, no rompo una promesa. Les voy a cortar la cabeza y luego, luego iré por mi mujer y me revolcaré con ella sobre todos ustedes. Mataré a los guardias, a sus hijos, a sus perros. Van a aprender que nadie, se mete con el dios de la guerra. Y nadie, me puede subestimar. ¿Y sabes qué haré después? Estaré con mi mujer y me recibirá con los brazos abiertos, curará mis heridas y luego; le haré el amor.

—Hijo, Ares, por amor, por ese amor. No hagas esto. ¿Crees que a Kala le gustará que hagas esto? —¿no se cansaba de buscar cosas para hacerme cambiar de opinión?

—Ay, Zeus. Con todo lo que le has hecho a Kala, ella rogaría porque le entregara tu cabeza en bandeja de plata. Pero tranquilo, tengo planes de dársela a alguien más. Ponte de pie. —se quedó en cama negando—. ¡QUE TE PONGAS DE PIE! —rápidamente lo hizo y se puso frente a mí, así que el viejo no estaba tan enfermo después de todo, mentiroso—. Ponte de espaldas y arrodíllate. Ahora, no me hagas hablar de nuevo.

Así lo hizo, este momento iba a quedar eternamente en mi memoria. 

—Ares, por favor… —lloraba mi padre frenéticamente. 

—¡QUÉ VIVA EL REY! ¡PERO EN EL INFIERNO! —y dicho esto, levanté mi espada con fuerza, cortando su cabeza. La sangre sobre mi cuerpo. Grecia, había perdido a su rey.

Tomé la cabeza y me encaminé, el fuego aún no llegaba a este lado del templo, bien. Llegué a la habitación de Atenea y abrí las puertas con fuerza, como esperaba, seguía aquí. Se encontraba mirando por su balcón hasta notar mi presencia. Tiré la cabeza de nuestro padre a sus pies, ninguna expresión en su rostro.

—El trono es tuyo, Atenea. Disfrútalo. —estaba a punto de salir, cuando habló. 

—Hay una carroza esperando por ti, te llevará al templo de Hera. Cuando logres sacar a Kala, tienen dos horas para abandonar Atenas. —sonreí, porque a pesar de todo, era mi hermana, y las guerras entre nosotros no fueron más que plantaciones de nuestro padre para hacernos creer que debemos ser enemigos. 

—Gracias, Atenea. Serás una buena reina. 

—Y Ares —continuó, evitando mi salida nuevamente—. En caso de… pasarle algo a Kala, recuerda que ella, no nació de la cueva, sino de lo que está debajo de ella.

—¿Qué? —estaba muy confundido. 

—Las aguas de las que la diosa Afrodita debía nacer, fueron ocultas bajo aquella cueva que tú llamas Entrión, para evitar su nacimiento. El agua sigue ahí, si a Kala le llega a pasar algo, solo debes encontrar cómo hacerla emerger del fondo. Ahora, vete a divertir niño. Esa boda no se va a impedir sola.

Al terminar de hablar con Atenea, salí del templo, localicé la carroza y me fui rápidamente, debía llegar para el amanecer. 

Allá voy amor mío, solo espera. 

ENTRIÓN II: El retorno de los dioses [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora