capítulo 13

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El día y la noche que siguieron fueron un borrón para Katniss. El paso del tiempo

estuvo marcado sólo por el amanecer y el atardecer, y por los baños de soda que le dio a Prim, quien, aunque todavía febril, se aferraba tenazmente a la vida. Katniss se negó a hacer más que una breve siesta mientras que Prim dormía, y de vez en cuando se

despertaba entumecida, sintiéndose como una anciana por dormitar en esa silla.

En una ocasión, alguien subió las escaleras en busca de la lavandera que cantaba,

pero ella le dijo a través de la puerta que su pequeña estaba enferma y que no podía bajar a trabajar. Había perdido ciertamente su deseo de cantar. No había nada que cantar.

Manteniendo el comercio cerrado, Peeta mantuvo la vigilia con ella, saliendo sólo

para asistir al funeral de Finnick. Katniss deseó poder presentar sus respetos también, pero era imposible. De todos modos, no había nada que pudiese hacer ahora por Finnick, y Prim necesitaba su constante atención.

Peeta volvió de la ceremonia con sus ojos hundidos y aspecto agotado.

-¿Le ha rendido Dawson un buen homenaje?- Preguntó ella, mirando hacia

arriba, desde la cuna de Prim.

Él asintió con la cabeza y se dirigió a la cafetera sobre el fogón. -El funeral atrajo a una gran multitud, y muchos elogios fueron pronunciados por él. Creo que más gente le conocía y le consideraban buena gente; mucha más que lo que él creía. Casi todo el mundo puso un poco de dinero para conseguirle una buena lápida. McGinty, el Gran Alex, Bill Ladue, todos dieron. Incluso Johanna.

Pensando en cómo serían los inviernos en Dawson, su mente conjuró un pequeño

ataúd cubierto de rosas y una serie de dolientes arrastrándose detrás de él en un viento amargo; sus figuras negras contra un cielo frío y gris. Ella miró a Prim y dijo: -¡Qué lugar tan desolado para tener que enterrar a una persona! Tiene que ser tan difícil dejarle ahí en una tumba cubierta por el hielo y la nieve, y la oscuridad. Yo no creo que pudiese...- Miró a Peeta. -No sé qué haría si... No podía soportarlo.

Se acercó a ella y le entregó su taza de café. -No vamos a preocuparnos por eso

ahora, ¿de acuerdo? Prim se va a poner bien, y todo va a estar bien. En cuanto a Finnick --

Suspiró. -Si es posible, creo que su espíritu se ha ido para estar con alguien que murió antes que él, alguien que significaba mucho para él. A última hora de la tarde, el doctor Garvin se pasó por allí, tal como había

prometido, y Katniss pensó que el joven médico se sorprendió al ver que Prim había sobrevivido hasta ahora.

-¡Esto es prometedor, muy prometedor!- Declaró tras examinarle. -La fiebre no

se ha ido, pero ha remitido considerablemente.

Peeta se quedó fuera del camino, pero Katniss vio la esperanza y el alivio en sus ojos.

El doctor Garvin le dio instrucciones para mantener el régimen del tratamiento de

Prim y le dijo que se cuidase ella también.

Durante el resto del día y la noche, Peeta se quedó muy cerca. Katniss

silenciosamente bendijo su compañía, a pesar de que le insistía que tenía que dormir más de lo que estaba durmiendo. Él trajo la comida de distintos restaurantes para evitarle a Katniss la tarea de cocinar, y de vez en cuando, paseaba él mismo a Prim para que Katniss pudiese descansar. Ella sacaba fuerzas de su presencia silenciosa, y a veces mientras tanto él como el bebé dormían, velaba por ellos y sentía una oleada de amor tan grande que llegó a pensar que su corazón se rompería.

La señora MellarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora