No sé qué haría sin ti

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Treinta minutos habían pasado y aún continuaba sin noticias de Flavio. Sus ojos estaban expulsando las lágrimas que había contenido delante de él, y todavía no había recogido el suficiente valor para llamar a la familia de Flavio.

Miró la hora directamente en la pantalla de bloqueo de su móvil, ignorando la foto de Flavio con la guitarra que tenia de fondo de pantalla. Eran las cinco treinta de la madrugada, al mismo tiempo también se percató del hilo de sangre seca que tenía en su mano izquierda.

En un impulso no tuvo mejor idea que enviarle una serie de mensajes a su hermana, olvidándose por completo del hecho que seguramente estaría durmiendo y más teniendo una niña tan pequeña.

Débora llámame cuando puedas, por favor.

Ha pasado algo muy malo de verdad, estoy sola en el hospital y no sé qué hacer.

Quiero llorar, tengo miedo. Llámame por favor.

Al instante se arrepintió de enviar los mensajes, lo único que lograría sería asustarla y al mismo tiempo Débora no podría hacer nada más que hablar con ella. No eliminó los mensajes, pero si continuó pensando en la infinidad de cosas malas que podrían estar ocurriéndole a Flavio en ese momento. Quizás le estaban haciendo pruebas, quizás le dolía, quizás se encontraba peor, quizás estaba tan asustado que tendrían una crisis de ansiedad como aquella vez en la sala de quimioterapia cuando estaba solo. O mucho peor, quizás había muerto.

En una situación como esa lo más normal para ella seria salir a la calle y encenderse un cigarrillo para comenzar a descargar su ansiedad en eso, en fumar. Y bastaría solamente la primera calada para comenzar a llorar y entre sollozos expulsar el humo. Tenía ganas de hacerlo, no aguantaba más las ganas que tenia de prenderse un cigarrillo.

El problema era que no tenía cigarrillos en ningún sitio. Lo había dejado, hace mas de un mes y medio.

- Deja de hacer eso, te haces daño. Imagínate tener que pasar por todo esto, yo no quiero tener que verte así. Es tu decisión, y esa es mi opinión. Tu decides porque es tu cuerpo y con el puedes hacer lo que quieras. - Flavio luego de eso había permanecido durante unos minutos en silencio. Ambos estaban sentados en la terraza con la mirada perdida en algún edificio de la ciudad. - Perdona si ha sonado como si quisiera controlarte, te juro que no fue así. - desde que comenzó a asistir semanalmente a citas con la psicóloga, se notaba muchísimo su cambio en varias de sus actitudes. Le estaba haciendo muy bien y lo necesitaba.

Progresivamente dejó de fumar, a veces era uno por la noche o uno por la mañana antes del desayuno, y a veces simplemente no sentía la necesidad de hacerlo y así había llegado hasta ese día.

Se levantó nuevamente y preguntó por tercera vez en esos treinta minutos por Flavio, pero no obtuvo respuestas.

De verdad estaba preocupada. Y sola.

No podía quitarse de la mente la imagen de Flavio vomitando sangre. Estaba pálido, con los ojos cargados de miedo, y la boca chorreada de sangre al igual que su pijama. Tampoco podía olvidar los gritos: de dolor y de miedo. Flavio nunca gritaba, le molestaba levantar el tono de voz hasta en las peleas. De hecho, le había levantado el tono de voz solamente una vez, durante la pelea luego de recibir malos resultados y un pronóstico de lo más desalentador.

Y oírlo tan asustado, angustiado y gritando debido al dolor, la había apenado y impresionado muchísimo. Había percibido gritos así de desgarradores y fuertes solamente en las películas, y desearía nunca haberlos oído por parte de Flavio.

Parecía que cada cosa que los paramédicos hacían era un puñal clavándose directamente en su corazón. ¿Qué había hecho para merecer eso? ¿A quién había dañado para tener que pasar por todo eso? ¿Qué estaba mal en el ahora? ¿ese era el final? Eran las preguntas que no dejaban de retumbar en su mente, acompañadas de los gritos desgarradores de Flavio.

Aunque cualquier cosaWhere stories live. Discover now