fuck me, bakugo || kiribaku

#20

Pasaron un par de semanas y Bakugo finalmente salió del hospital, ya recuperado por completo.

Fue recibido con alegría y serpentinas al llegar a su salón(cortesía de sus compañeros y amigos), también con felicitaciones de todos los héroes profesionales incluido Aizawa, quien estaba notablemente feliz a pesar de su forzada expresión fría. Katsuki también hacía lo mismo que éste, pero dentro suyo admitía que se sentía demasiado bien tener a sus amigos esperando tan ansiosamente su regreso. Una pequeña sonrisa se esbozó en sus labios en representación de todo el gozo contenido en su corazón, cosa que lamentablemente sólo Kirishima y Midoriya pudieron apreciar a la distancia, ya que parecía más una mueca mal formada que otra cosa.

— Tú no me engañas, también nos extrañaste—dijo Mina arrojándose sobre su amigo explosivo con un fuerte abrazo.

Bakugo empezó a sacudirse como loco, tratando de deshacerse del contacto físico de la rosada— ¡Quítate de encima, maldita alíen!

— ¡Oye, oye! Aún tenemos una charla pendiente tu y yo—le recordó en forma de susurro. Él dejo de moverse, poniendo atención a lo que decía la de cabello ondulado—. Primero hablaremos de la apuesta que hicimos. Me debes cinco dólares.

— ¡¿QUÉ?! ¡Yo no te debo nada, mierda!—le gritó empezando a sacudirse de nuevo— ¡No recuerdo haber hecho ninguna apuesta!

— Hicimos un contrato y todo~.

Ashido sacó de su bolsillo una hoja algo maltratada, con marcas en cruz revelando que había sido doblada dos veces por la mitad. Le mostró al rubio su contenido y este la tomó para leerla.

"¡Apuesta KatsuMina!

En caso de que Katsuki Bakugo dé la primera muestra de afecto de forma directa hacia Eijirou Kirishima (un beso, en cualquier parte del cuerpo), recibirá en formato efectivo cinco dólares de parte de Ashido Mina.

De lo contrario, si el ajeno a esta apuesta toma la iniciativa, será Bakugo quien le tendrá que dar (sin reproche) esa cantidad de dinero a Ashido."

Abajo del texto, estaba su firma y la firma de su amiga.

— Los alcancé a ver en el hospital—susurró nuevamente—. Había olvidado una caja de la decoración allá, y cuando llegué a tu cuarto vi como Kirishima te comía la boca, sucio.

Katsuki se sonrojó violentamente ante la declaración. Saco su billetera sin emitir sonido alguno, y con la mirada clavada en el suelo de la vergüenza le entregó el billete verde a la chica, quien sonrió de forma socarrona— Olvida ese puto beso ahora, perra.

— Nunca. Te recordaré que te ví así de sumiso hasta el día en que te mueras—se burló—. ¡Oh mejor aún! Cuando vaya a visitar tu tumba, también te hablaré de eso.

— ¡Te reventaré la cara pedazo de mierda!

— ¡Espera, no puedes hacer eso!—dijo tapando su rostro con los brazos en cruz— Aún te puedo ser útil.