Soy Emma

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Ver desde lejos un paisaje lleno de ese color verde y esos colores de sus maravillosas flores, es fascinante, pero también es lamentable por que jamás podré pisar ese lugar, lo único que puedo hacer es admirar y jamás tocar.

— Alessandra ¿Qué estás viendo? —Me dice mi madre mientras lava los platos—.

— Nada madre —Cierro las cortinas— ¿Te puedo preguntar algo?

Camino asia la cocina, ella cierra la llave del lavaplatos y me mira algo seria.

— Seca los platos y ponlos en su lugar —Suspira— Mientras haces eso dime tu pregunta.

— Okey

Pongo una silla para alcanzar el lavaplatos, agarro un plato y empiezo a secarlo.

— ¿Porqué nos escondemos?

— ¿Porqué? ¡Ja! —Frunce el ceño— Tu existencia, ese es el porque.

Pongo un plato en su lugar y la miro sin entender su respuesta.

— ¿Mi existencia?

— Si, puede que parezcas una niña de 8 años —Se ríe— Pero todos saben que eres un monstruo —Agacho mi cabeza por su tal respuesta—.

— ¿P~por qué soy un monstruo? —Respiro hondo aún sosteniendo el plato—.

— Ve en tu reflejo, esos ojos rojos cómo la sangre que derrame por ti,  esos colmillos de lobo que me lastimaron al darte de comer y esa piel blanca que muy pronto se convertirá en una cruel y vil monstruosidad —Dice sin duda en sus palabras— Ya rompiste el plato...

Miró un líquido negro saliendo de mi mano, manchando el plato partido en dos. Lo dejó caer con miedo y miro mis manos con terror.

— ¡Me duele! —Busco algo que detenga el sangrado—.

— Tu resistencia no es de admirar, pero me sorprende que hayas sostenido más de un minuto unos platos de plata e incluso romper uno —Me mira enojada— ¡Deja de llorar!

— Pero me arde demasiado —Intento contener las lágrimas—.

— Ni sirves para ser un monstruo —Se agacha hasta mi altura— Que patética —Me da una cachetada— Cuando me maten, recuerda muy bien lo que te voy a decir.

La miro asustada, ella sostiene mi cuello, me levanta y golpea mi pequeño cuerpo contra la pared.

— Cuando muera será tu culpa y nadie va cambiar el hecho de que seas un monstruo —Me deja caer al suelo— Limpia tu cuarto

Escucho sus tacones caminar asia la puerta, se va montado un caballo pero cómo siempre dejándome encerrada.

Veo mis manos y se están sanando lentamente, me intento levantar pero veo que mis heridas de ayer aún no han sanado.

— ¡Curate! —Grito con impotencia— ¡Maldita sea curate!

Me arastro hasta ver mi reflejo, me odio y detesto haber nacido.

— Nadie te va amar —Sonrió— Que patética soy...

Miró directamente el espejo, veo que se está rompiendo y sus pedazos salen volando en direcciones contrarias.

— Así esta mejor...

Voy asia mi habitación, mi cama es sólo una manta en el suelo, sólo tengo un juguete que fue un regalo de mi madre antes de nacer y un libro que parece ser el diario de una persona que vivió en esta cabaña antes que yo.

Me pregunto cómo será vivir como una persona, ¿Cómo se siente caminar afuera? ¿Cómo se siente aliviar su sed con tan solo agua?.

— Les envidio —Agarro el diario y empiezo a leer—.

que mi nombre es Emma y qué mi rol aquí es proteger a mí familia, temo no poder lograr sus expectativas pero lo intentaré, voy demostrar que merezco el don de la inmortalidad...

— No sé de qué año es esto, pero enserio Emma estás cometiendo tu peor error —Cierro el diario— Si sigo leyendo voy terminarlo muy rápido...

¿Quién eres?

Escuche una voz rara en mi cabeza, al instante aviento el diario contra la puerta.

Mi corazón late muy rápido ¿Qué sucede? Pero si mi corazón no debería de latir. ¡No! Debo tranquilizarme.

Entonces dejo de tener pulso, controlo mi primera y agitada respiración.

¿Quién eres? Esa voz era algo ronca como la de una niña pero más gruesa, que raro...

Salgo de mi habitación y noto el ambiente mucho más pesado, ¿Qué sucede?

— ¡Ah! Déjenme —Escucho la voz de mi madre afuera de la casa—.

¿Ya volvió Madre? Pero si ella tarda mínimo 3 días en volver, miró a través de la ventana delantera de la casa.

Dos hombres de negro con máscaras blancas se encuentran afuera y mi madre está lastimada en el suelo.

— ¿Dónde esta Alessandra? —Mi madre escupe un líquido negro— Elisabeth debes entender de que si no la entregas habrá que tomar medidas drásticas.

— No sé de qué hablan... —El otro hombre la patea—.

— Madre... —Digo en un susurro—.

Quiero gritar, correr asia ella pero no me puedo mover, tengo mucho miedo, mi madre es para mí la más fuerte y estos dos hombres la están venciendo...

El hombre apunta con su arma primero a mí madre pero después apunta directo al cierre de la puerta, dispara y la abre.

— ¡No! —Grita mi madre—.

— ¡Cállate zorra! —La golpea con el mango del arma dejándola inconciente—.

Los hombres se sacan las máscaras al entrar. Los dos tienen ojos verdes, pero con la diferencia de que uno es rubio y el otro tiene el cabello negro.

Me miran y yo solo me quedo aquí sin moverme como una estúpida.

— Que deshonra —Dice el pelinegro al verme de pies a cabeza— La mataré con gusto...

Decido reaccionar, corro rápido debajo de sus piernas y consigo estar alado de mi madre.

— ¿Qué mierda? —Dice el rubio—.

— Madre despierta —La miró con desesperación— ¡Madre!

Entonces logra despertar, ella me mira y me pone en sus brazos.

— Con este hechizo te encierro y dominó tus deseos —Dice y toda la casa es envuelta por una capa negra, encerrando a los malos—.

Mi mamá corre aún agarrandome al bosque, el sol se está escondiendo y una tormenta se esta acercando.

— Todo esto es por ti, maldita sanguijuela —Dice con odio—.

Nos detenemos hasta llagar a un acantilado.

— ¿Madre que haremos?

— ¡Me voy desaser de ti! —Entonces me lanza—.

Lo último que vi fue la cara de mi madre, sólo mostraba odio y decepción pero también pude lograr ver una sonrisa maliciosa.


...






Abro los ojos y escupo toda la agua salada que tragué, me encuentro sentada en la arena a lado de las olas del mar y parece ser de día.

— ¡Oh por Dios! —Escucho una voz femenina detrás de mi— ¿Estás bien cariño?

Volteo a ver una pareja de humanos, tienen trajes que muestran más carne de la que deberían mostrar.

Me levanto y sólo me acerco a las olas, mirando un poco mi reflejo. Mis ojos no son rojos son verdes y mis colmillos desaparecieron.

— Querida... ¿Cómo te llamas? —Dice el hombre—.

Los miro y sólo llegó a decir 2 palabras.

— Soy Emma —Y todo se vuelve negro—.





No Me DOMINASWhere stories live. Discover now