#19 - If You Don't Know

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Sus ojos verde miel penetran los míos con una intensidad que pocas veces sentí antes. Nos quedamos callados, sin poder comprender qué pasa. ¿Es él? ¿Soy yo? ¿Nuestras mentes están jugándonos una mala pasada y estamos alucinando? Probablemente. Me encantaría que así fuera, entonces no tendría que vociferar maldiciones en mil idiomas porque de nuevo me encuentro dándole la razón a Carol, a Samuel, a Jeanne, a Anna... bueno, a todos menos a mí, por supuesto. La única persona, aparentemente, que no cree en el destino. O que no creía hasta hace cinco segundos, tal vez sea mejor decir.

Ashton entra en razón y decide actuar. Se pone los anteojos nuevamente y toma mi mano, arrastrándome sin previo aviso hacia un pasillo que nos lleva a la puerta del ascensor. Presiona el botón y ambos esperamos pacientemente que el número verde cambie de «4» a «PB». Para ser honesta, hasta ruego que nadie más se sume a la espera. O bueno, quizás sí quiero, porque siento que un viaje en ascensor hasta quién sabe qué piso va a ser una tortura con él. La incomodidad que ya está siendo perceptible va a consumirme. No sé qué prefiero. Por el momento, agradezco que él haya tomado la iniciativa: si de mí hubiese dependido, seguiríamos en la recepción, tratando de adivinar por qué nos encontramos allí.

Con un ligero pitido, las puertas se abren y una pareja de ancianos sale lentamente del ascensor. Se ven tan emocionados... De seguro es la primera vez que están en Londres, a juzgar por el mapa en sus manos y la cámara colgando del cuello del turista. Caminan tomados de la mano, y no puedo evitar pensar en cuánto deseo un futuro así. ¿Llegar a los ochenta años al lado del amor de mi vida? ¿Ese deseo no había quedado enterrado junto con mi libro de cuentos de Charles Perrault? Oh, no, si ese libro lo guardé bajo siete llaves en un cofre, para atesorarlo y no perderlo nunca... junto con este deseo, al parecer.

Pero ese sentimiento se esfuma tal como llegó cuando Ashton vuelve a tirar de mí para meternos en el ascensor, ya vacío, y corre a apretar repetidas veces el botón del séptimo piso. Deduzco que él sí que no quiere compañía. Lo observo alejarse de la puerta en cuanto esta se empieza a cerrar, convencido de que va a lograr su cometido. Bien, por poco lo logra. Una mujer corre y bloquea la puerta. El ascensor se abre nuevamente para darle acceso.

—¡Justo a tiempo! —murmura ella entre risas. Yo le sonrío, pero él suspira.

—¿A qué piso?

—Oh, muchas gracias. Al segundo —indica y se acomoda la cartera, tratando de no tirar la pila de papeles que carga.

Ashton asiente, presiona el botón y se recuesta en la pared. Tira la cabeza hacia atrás, en señal de rendición. Yo río.

—¿Vas con prisa? —le pregunto a la mujer, pero con la doble intención de burlarme de Ash también. Él lo reconoce y me lanza una mirada asesina a través de sus anteojos.

—Sí, mucha a decir verdad. Es la primera vez que trabajo con esta gente.

—Oh —contesto. Ella me dedica una media sonrisa y se mira al espejo del ascensor. Su imagen es impoluta, tanto que parece la dueña de una importante empresa—. ¿A qué te dedicas?

—Soy intérprete de conferencias —suelta sin vacilar—. Hoy tengo que interpretar en una reunión de dos empresarias reconocidas en toda Europa.

—Todo un desafío —hago una mueca porque, sinceramente, me impresiona—. Te deseo éxitos.

—¡Muchas gracias! —enuncia con la sonrisa más grande que vi en el último tiempo.

El ascensor se detiene y ella nos dedica un ligero saludo antes de marcharse. Ash no corre al panel otra vez, deja que se cierren las puertas en su funcionamiento habitual.

Mixtape #2, lado B {afi} // EN EDICIÓNNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ