DIEZ

1.8K 314 160
                                    

DIEZ

LA SANGRE QUE SE DERRAMABA POR LOS ORIFICIOS DE SU NARIZ  caía en la blanca losa en forma de catarata, manchando la pureza con el color de la sangre opaca, coagulada y apenas tibia ya que su cuerpo aún no recuperó su temperatura habitual

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

LA SANGRE QUE SE DERRAMABA POR LOS ORIFICIOS DE SU NARIZ  caía en la blanca losa en forma de catarata, manchando la pureza con el color de la sangre opaca, coagulada y apenas tibia ya que su cuerpo aún no recuperó su temperatura habitual. La nariz de Beth Elenio, hinchada y parcialmente deformada debido al golpe que su padre le provocó —o, al menos, eso cree ella en su nebulosa cabeza recién salida de la muerte—, palpita con la misma intensidad que su corazón, confundiéndola. Lágrimas trasparentes y saladas gotean por sus mejillas; sus ojos, grises y tormentosos, en ningún momento han dejado de llorar, la impresión se llevó lo mejor de ella.

Porque, a unos pocos pasos de distancia, Boris Elenio, su padre abusador, se alza con poderío y asquerosidad, mostrando con orgullo y arrogancia su prominente barriga cubierta por un bosque de vellos negros, similares a los públicos que oculta debajo del calzón y sobre su pequeño pero gordo falo flácido.

—Vamos, Bethy, creí que el golpe te despabilaría —dijo Boris con sorna, mirándola con desdén y evidente decepción. Al oírlo Beth apretó sus puños, aún desperdigada sobre el manchado suelo. No puede levantarse, su cuerpo todavía no se ha recuperado de la muerte, a pesar de que ella no lo sepa de momento—. Aunque también creí que realmente querías levantarte del piso... Al parecer, estaba equivocado y tú quieres quedarte patéticamente acostada para siempre, ¿no es así?

«Él no puede estar aquí —se repitió Beth, atemorizada y paralizada. Su mente, a pesar de sentirse difusa y aletargada luego de haber estado tantas horas sin el preciado suministro de oxígeno y sangre, puede ejercer al menos un ápice de lógica para saber que está, en efecto, en otra vida paralela a la suya y que, por lo tanto, Boris no existe—. Él es una alucinación, producto del terror que corre por mi sangre...»

«—Por tu fría sangre, Beth —la voz del miedo, la misma que, al parecer, desde el inicio del día hacía sus rondas por los héroes de la academia U.A, brotó dentro suyo, desestabilizando a la ya perdida muchacha—. Recuerda la cicatriz, idéntica a las de las autopsias, la sangre congelada, el adormecimiento en tus extremidades, el fuerte hedor a químicos que desprendes...»

—Cállate de u-una buena ve-vez —bramó con debilidad, cediendo ante la figura que se materializaba frente a sus pupilas dilatadas. Sí, lo más probable es que sea producto de su jodida y perturbada mente, que en realidad esté hablando sola en un baño, pero eso no quita el hecho que estuviera ahí, con ella y lastimándola. Además, el cinturón que carga entre sus gordos dedos sigue estando ahí, esperando el momento adecuado para ejercer su trastornada utilidad.

Los ojos de Boris brillaron, saturados en un carnal placer, el placer de hacerse valer a través del abuso, ocultándose detrás de la mentira de educar. Sin embargo, el protagonista del estallido de horror en el pecho de Beth no fue el deleite en los tormentosos iris sino que los brucos movimientos que nacían en la abultada barriga cubierta de rizos negros. Boris le recordó a las embarazadas cuando estaban en el último trimestre y el niño que llevaban dentro decidía estirar sus pequeñas extremidades, asomándose a través de la delgada capa de músculo y piel.

𝙇𝘼𝙕𝘼𝙍𝙐𝙎 [𝘼𝙞𝙯𝙖𝙬𝙖 𝙎𝙝𝙤𝙩𝙖]Where stories live. Discover now