Querido Harold Wilson,

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Una ráfaga de aire hace bailar los árboles a nuestro alrededor, provocando que algunas hojas caigan al suelo, creando un sonido inaudible para el oído humano. El ambiente va acorde a la situación, dejando ver una escena llena de penumbra y tristeza.

El frío viento de otoño azota mi rostro, causando que mi piel se erice. Cierro los ojos, disfrutando el olor de la estación, disfrutando de la brisa que me envuelve.

Me abrazo al sentir una mirada y de reojo, observo a las personas que me rodean.

Unos lloran afligidos, algunos en silencio, no faltando quienes simplemente fingen estar serios; pero cada uno sufre tu perdida a su manera.

Tu madre llora desconsolada y tu padre parece una estatua. No logra asimilar que te has ido y que esto será un último adiós.

Tu sonrisa aparece en mis recuerdos y me apretujo con más fuerza, dándole un poco de consuelo a este corazón frágil. Mi psicóloga me dijo que es necesario un cierre para poder sanar y poco a poco dejarte ir. Pero tengo miedo. Aún no me siento lista. Pues a pesar de todo, yo te amaba... a mi manera.

Nuestro amor fue efímero. De alguna manera no logré disfrutar lo suficiente a tu lado. Teníamos tanto por vivir, sino fuera por aquello que tanto nos marcó.

Cuando bajan tu cuerpo dentro de aquel ataúd negro, el pastor da un discurso de consuelo, pregunta si alguien desea dedicar unas palabras y luego se despide con una reverencia.

Nadie dice nada y tu madre no quiere hablar. Se niega a hacerlo. Veo al pastor caminar hacia tus padres con una sonrisa lastimera en su rostro y les dice algo al oído, seguido de un abrazo. Tu padre gime adolorido y luego llora atormentado, se siente culpable. Tantas veces lo dijiste, más nadie lo tomó en serio.

Nadie pensó que una persona tan joven y saludable, se iría de esta tierra tan pronto.

Los trabajadores cierran la tumba y los llantos a mi alrededor se intensifican.

Tus amigos y familiares más cercanos, se alejan cabizbajos, metidos en su propio mundo. Con corazones desconsolados, aceptando a regañadientes que ya no volverás. Y yo me quedo aquí. Esperando serena a que todos se vayan, para despedirme por última vez.

Tu madre me mira de reojo y me regala una sonrisa apenada. Me acerco y ella toma mi mano. Suelta a tu padre y nos fundimos en un abrazo, compartiendo el mismo sentir. Su cuerpo tiembla y la escucho hipar. Sollozo junto a ella, quien llora desconsolada. Su gemir es desgarrador. Mi corazón duele al escucharla.

Ningún padre está listo para perder a su hijo, pero ella al parecer, lo esperaba. Su instinto materno, no le falló. Nos soltamos y seca mis lágrimas con amor. Sus ojos azules me hacen extrañarte. Dejo un beso en su mejilla y con lentitud me separo. Acaricia mi mano y se despide en un murmullo casi inaudible.

<<Layla>>.

Escucho como susurran mi nombre, siento un escalofrío y muevo mi cabeza para ahuyentar los murmullos que me torturan. Ella agarra a tu padre de la mano y le da un pequeño beso en los labios. Unen sus frentes, anclándose entre ellos para salir a flote juntos y no caer en las profundidades de la oscura y fría melancolía.

Ambos caminan decaídos, perdiéndose entre las tumbas.

Me acerco a tu lápida y me siento a un lado en el suelo. Acaricio con la yema de mis dedos tu nombre y leo lo que plasmaron.

Un último adiós ✔️ |OneShot| Where stories live. Discover now