LA VERDADERA HISTORIA DE CAPERUCITA ROJA CONTADA POR ELLA MISMA

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Una mañana como cualquier otra, hallé en el bosque este manuscrito que me dispongo a relatar. Tal fue mi conmoción al leerlo, que he tardado casi una vida en compartirlo. No hagan ustedes lo mismo que hice yo y, por favor, difundan este relato, porque es esta, y no otra, la verdadera historia de «Caperucita Roja». Decía así:

Lo recuerdo como si fuese ayer.

Las palabras de mi madre, la mirada de mi abuela y la expresión del «zorro» me han acompañado durante décadas y apenas me han permitido dormir en paz unos pocos días desde entonces.

Aquel día, yo jugaba tranquilamente cuando mi madre me rogó que llevara a la casa del bosque un buen pedazo de pastel y una botella de vino que mi abuela había pedido. También insistió en que a mi llegada dijera en alto «Buenos días» y que no curioseara al entrar. La abuelita estaba enferma y no quería que se la molestase. Por obligación tuve que ponerme esa fea caperuza roja, que no me gustaba nada, y por la cual me apodaron «Caperucita Roja». Condenado apodo que me ha perseguido incansable hasta el día de hoy.

Caminé sin desviarme del sendero y no me crucé con nadie.

Cuando llegué, en lugar de saludar, me pareció mejor sorprender a la abuelita, pero como el destino es caprichoso, fui yo la sorprendida. De debajo de las sábanas salieron mi abuela y un hombre tan peludo como jamás he vuelto a ver. Se hallaban desnudos. El hombre peludo estaba tumbado sobre mi abuela y ella parecía sofocada. Así que cogí unas tijeras que había sobre la mesa y, sin pensarlo, se las clavé en el pecho lo más profundo que pude.

Tardé algunos años en comprender por qué tenía que decir «Buenos días» en alto. Hay que entender que yo era una niña y pensaba que ese hombre le estaba haciendo algo malo a mi abuelita, que realmente solo disfrutaba lo mejor que podía de sus últimos años de vida. Tras lo ocurrido, varias personas acudieron a la casa alarmados por los gritos y mi abuela me pidió que les dijera que un lobo nos había asustado. Ella prefirió no salir a dar explicaciones.

Con este escrito, una vez que tanto mi madre como mi abuela han muerto, pretendo desmentir esa patética historia del lobo. Una historia que fue creciendo, progresivamente y sin control, hasta llegar a una versión en la que un cazador nos sacó a mi abuelita y a mí de la tripa del «lobo». Por suerte, este relato pronto caerá en el olvido y nadie más podrá contarlo. ¿Quién va a querer contar a sus hijos este estúpido cuento?

Firmado: Caperucita roja

LA VERDADERA HISTORIA DE CAPERUCITA ROJA CONTADA POR ELLA MISMAWhere stories live. Discover now