CAPERUCITA ROJA

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   LeahGaroz PriscilaGibert

  En un pequeño pueblo del que no sé el nombre, vivía una niña ciega con su mamá. Su abuelo vivía a unas pocas cuadras y amaba con locura a la niña, tanto que le había mandado a hacer una caperuza roja que su nieta usaba en todo momento, hasta para dormir, por lo que todos en el pueblo la llamaban Caperucita Roja.

  Un día, la mamá, luego de almorzar, le dijo:

  —Ve a casa de tu abuelo, que no te ha visto desde anteayer y debe sentirse muy solo. Yo tengo que ir a hacer unas compras, así que te voy a dejar en la puerta, pero tendrás que volverte caminando.

  Caperucita Roja no se preocupó mucho, ya que conocía el camino de memoria, por que visitaba al abuelo muy seguido. Así que guardó un poco de pan y leche en una mochila, y se subió al auto de su mamá.

  Mientras tanto, en casa del abuelo había entrado un ladrón, llamado Lobo, que venía de pueblo en pueblo robando en las casas de los viejitos indefensos. Como nunca nada ocurría en aquel pueblo, la puerta estaba cerrada sin ningún cerrojo, por lo que todo lo que tuvo que hacer el ladrón es entrar silenciosamente. Se había traído un cuchillo por las dudas de que tuviera que amenazar al anciano a guardar silencio, pero no tenía intenciones de matarlo; él era un ladrón, no un asesino.

  —Quédese quieto y en silencio—, Lobo dijo con voz amenazante en cuanto se encontró con el abuelo cara a cara en el living, y blandió el cuchillo, haciéndolo brillar bajo la luz del sol que entraba por la ventana.

  El abuelo se quedó hecho una piedra, y del susto se le paró el corazón, que estaba muy débil. Y bajo los ojos horrorizados del ladrón, cayó al suelo, muerto.

  —Ay, no, ¿y ahora qué hago?

  Lobo se agarró de los pelos, angustiado. Esto no era lo que debía pasar. Se suponía que solo iba a robar un poco e irse, dejando al anciano con un susto, pero vivo.

  En ese momento, Caperucita Roja tocó el timbre, y por poco se le para el corazón al ladrón también.

  —¿Q-q-quién es?

  —Soy yo, Abuelito, Caperucita Roja—, respondió la niña desde el otro lado de la puerta, sin notar nada extraño—. Mamá me dijo que te visitara, para que no te sintieras solo.

  ¿Caperucita Roja? pensó Lobo, qué nombre tan extraño. El ladrón miró frenéticamente alrededor, buscando un lugar dónde esconderse y así poder huir rápido en cuanto la niña entrara.

  Antes de que pudiera siquiera agachare detrás del sofá, la puerta se abrió con un chirrido y la pequeña figura de la niña apareció en el umbral, su bastón repiqueteando en el suelo para testear el suelo.

  Oh, el ladrón parpadeó sorprendido. ¿Es ciega?

  —¿Dónde estás, Abuelito? —Caperucita Roja preguntó, cerrando la puerta tras suyo.

  —E-e-en la cocina—, Lobo dijo, rápidamente cruzando el living y parándose al lado de la heladera, no queriendo que la niña tropezara con el cuerpo del anciano. En ese momento notó la vestimenta colorida de la pequeña y por fin comprendió el porqué del extraño nombre. ¿Y ahora qué? Se preguntó, estupefacto. ¿Los otros niños se llaman Pantalón Verde, o Camisa Azul, o hasta Bufanda Violeta? Que pueblo de locos, mejor me voy antes de que me vuelva loco yo también.

  —He traído un poco de pan y leche, Abuelito, para que merendemos—, continuó Caperucita Roja, mientras se acomodaba en una de las sillas de la mesa—. Tu voz viene de más alto que de costumbre, ¿acaso estás parado sobre un banco, Abuelito?

  Lobo se tragó una maldición y se arrancó unos pelos, pensando una respuesta rápida. —E-eh sí, e-e-estaba buscando un poco de... de... de nueces en la alacena.

  —Pero si tú eres alérgico a las nueces, Abuelito—, la niña frunció el ceño.

  Lobo soltó un grito silencioso, y se aguantó las ganas de golpear la pared.

  —A-ah sí, lo había... olvidado—, se excusó, y comenzó a moverse lentamente hacia la puerta, dispuesto a huir y acabar con toda esta locura.

  —¿Adónde vas, Abuelito? —Caperucita Roja se bajó de la silla de un salto y lo agarró de la mano, haciendo que el ladrón se congelara de inmediato. —Oh, tus manos no tienen arrugas, ¿acaso te pusiste alguna crema o algo para suavizar la piel, Abuelito?

  No sé si reír o llorar, pensó el ladrón, disimuladamente retirando su mano del alcance de la niña 

  —S-sí, eso es correcto, me puse una crema en las manos y me han quedado lisas.

  —Abuelito, ¿porqué no jugamos a algo? —Caperucita Roja lo tironeó de la manga, guiándolo hacia el living, para el horror de Lobo. Los dos se detuvieron a pocos pasos del cuerpo del anciano, y fue entonces cuando una loca idea se le ocurrió al ladrón, haciéndolo sonreír y calmar su corazón agitado.

  —¿Abuelito?

  —Oh, n-n-no me siento muy bien, C-c-caperucita Roja—, Lobo dijo, haciendo temblar sus manos y fingiendo que le faltaba el aire. Luego se dejó caer de rodillas, como si sus piernas ya no pudieran sostenerle.

  —¡Abuelito! —la niña comenzó a llorar, y el ladrón contuvo un júbilo, al ver que ella se lo creía.

  —A-a-anda y busca ayuda, creo que me m-m-muero—, dijo, rogando por que la Caperucita Roja hiciera caso.

  —¡Oh, no! ¡Abuelito!

  —Por favor... ve y b-b-busca ayuda —, insistió Lobo, fingiendo una tos seca.

  —¡Sí, sí, aguanta, Abuelito!

  Y la niña salió corriendo de la casa (bueno, caminando rápido, su pequeño bastón repiqueteando frente suyo para no tropezar), dejando al ladrón y al cuerpo del anciano solos una vez más.

  Lobo no perdió tiempo y, cogiendo su mochila, en la que guardaba las cosas que robaba, saltó por una ventana, y se alejó a toda velocidad.

  Nunca más voy a volver a este pueblo de locos, se prometió, mientras se metía en el bosque que estaba a las afueras. Es más, de ahora en adelante me voy a dedicar a robar en las casas dónde no haya nadie, no vaya a ser que se me muera otro viejito.

  Y sin más se alejó, en dirección al siguiente pueblo.

  Mientras tanto, Caperucita Roja volvía a la casa del Abuelito, junto con los vecinos, derramando lágrimas de angustia, para descubrir que el anciano, con el que ella creía haber estado hablando hace solo unos pocos minutos, yacía muerto en medio del living.

  Y durante el resto de su vida, Caperucita Roja creyó que la última persona que había estado con el Abuelito, mientras éste seguía con vida, había sido ella y nunca sospechó que un ladrón había sido la causa de su muerte.

FIN.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2021 ⏰

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En un Reino Muy, Muy Lejano... ~ Cuentos de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora