II. La ciudad costera

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—Entonces... —Tadashi se aclaró la garganta, listo para repasar su itinerario. —Después de un muy merecido descanso, esto es lo que haremos —estaban sentados uno frente al otro en la cama del hotel, Yamaguchi empezó a enlistar las actividades con los dedos—: primero, quiero visitar el santuario que queda cerca de aquí; después, iremos al famoso mercado de pescado de Shiogama y, por último, nos subimos al ferry para ir a Mahanashi; estando ahí veremos que hacemos y, al final... —hubo una pausa. Tal vez Tadashi se había percatado que ese, en verdad, era el final. —...volvemos aquí... —eso último lo dijo en un volumen más bajo. Kei volteó a verlo y le sonrió, intentando calmarlo.

—Pero primero hay que comer, ¿no crees? —dijo, cambiando el tema para evitar que se enfrascaran en el futuro.

El otro le dirigió una media sonrisa.

—Definitivamente.

Shiogama era la ciudad pesquera por excelencia. Así que todas sus atracciones, comidas y costumbres estaban construidas alrededor de la pesca.

Salieron del hotel y el clima seguía igual al de hace unas horas: nublado, húmedo y frío. Era curioso porque, según todos los panfletos publicitarios, durante el verano la ciudad rebosaba de vida, color y aroma a mar. En invierno parecía un sitio distinto, era como si la vida del mar abandonara la ciudad y dejara atrás un esqueleto gris, deprimente y con olor a pescado rancio.

La mayoría de los restaurantes estaban cerrados por temporada. Sin embargo, encontraron un pequeño establecimiento de sushi. Cuando entraron, el propietario los miró como si fueran extraterrestres. "¿Tan raro es que la gente venga aquí durante el invierno?"

Ordenaron y comenzaron a comer.

—¿Sabes? —dijo Tadashi, llamando su atención. —Esto me trae recuerdos... —miró hacia su alrededor, examinando el restaurante como si ya hubiera estado en ese mismo lugar antes.

—¿Hm?

—Me recuerda a la vez que me invitaste a comer sushi por primera vez... —sonrió mientras daba un bocado a su comida.

—A-ahhh... —intentó desviar la mirada para evitar recordar, pero no funcionaría.

Hubo una época en la que Tsukishima era una persona difícil, fría y distante. En realidad, nunca había sido un problema, porque nunca había necesitado cambiar o adaptarse a algo. Sin embargo, su vida empezó a tener pequeños cambios cuando ingresó a Karasuno. Uno de esos pequeños cambios tenía que ver con Yamaguchi.

Durante su primer año en la preparatoria, comenzó a percatarse de que sus sentimientos por Tadashi estaban empezando a tomar rumbos...distintos. "Rumbos más románticos". Aquél fue un momento extraño, lleno de confusión, duda y mucho, pero mucho, drama adolescente.

Al final de esa etapa, Kei llegó a la conclusión de que, si quería estar con Yamaguchi de la manera en que él quería, tendría que mostrar un poco de interés, así que la primera actividad que hizo para demostrarlo fue invitándolo a comer sushi.

—Lo recuerdo —le confirmó.

—En aquél momento tal vez no lo sabías, pero... —lo miró directo a los ojos. —...cuando me invitaste, me hiciste muy feliz —rio, avergonzado.

—¿Ah sí? —nunca habían hablado acerca de aquella vez.

—¡Por supuesto! —su sonrisa se hizo más grande. Al ver sus ojos, Kei podía jurar que veía destellos en ellos. —Era la primerísima vez en mucho tiempo que hacías algo por mi...

Era cierto. Después de invitarlo al sushi, Kei recuerda que comenzó a darse cuenta de que debió hacer más cosas por Yamaguchi antes y no ser la persona difícil que fue.

Está prohibido nadar en el mar de inviernoWhere stories live. Discover now