¿Hasta dónde sería capaz de llegar la pasión artística?
¿Podría llevarte a la demencia?
¿Podría llevarte a cometer tu peor locura?
Sí, eso lo sabía Victoria Vega, quien era una niña rica, estudiante de actuación en la más prestigiosa academia de a...
Charlie buscó la limusina de la familia Vega, para llevar a todos los chicos a la casa a las fueras de la ciudad, a su nuevo hogar.
Luego de recogerlos a todos, conducía hasta la casa, mientras todos los adolescentes ahí detrás, iban mirándose entre ellos, sin decir alguna palabra. Sí, casi todos estaban sólo por la necesidad del dinero; no por querer hacer amigos.
La noche anterior, Tori había hablado con Trina, ya que habían dicho que la mayor iría un par de veces al mes, para no levantar sospechas, pero, Trina había decidido realizar el proyecto Victorious, ya que le llamaba la atención, además de ser una oportunidad de estar con Beck, sobre eso, Katrina Vega era la supuesta dueña del contrato, podría ir y venir como quisiese.
Luego de actuar renuente acerca de ello y alegar que ya era una perfecta actriz y que, según ella, no veía la necesidad de someterse a un experimento con locos. Sí, Trina terminó cediendo, totalmente interesada en el plan de Tori.
Sus padres no estaban del todo de acuerdo con Victoria, pero una vez que a Katrina se le metió la misma idea en la cabeza, no les quedó de otra que aceptar aquella locura por parte de sus hijas adolescentes, por parte de su hija la artista y su hija que ellos creían plástica, que terminó siendo también un tanto loca.
Fue así, como en un camino bastante largo y silencioso, llegaron a la casa a las fueras de la ciudad.
Todos bajaron de la limusina, con varias maletas en sus manos, y como era de esperarse, la que más maletas trajo fue Trina Vega.
-¡Charlie, carga esas con cuidado! -gritó Trina, pues traía tres maletas y Charlie cargaba otras cuatro, que parecían más pesadas-¡Ahí está mi maquillaje! -chilló.
-Genial, Barbie girl se muda con los chicos pobres...-dijo Jade rodando los ojos mientras entraba con dos maletas y un bolso en su espalda.
-¡Wow! -exclamó Cat Valentine-¡Ésto es gigantesco! ¡Es hermoso! -gritó emocionada.
-No tengo señal. -gruñó Beck, mirando su teléfono.
Todos estaban adentro ahora, mientras el aire acondicionado central estaba encendido, dando un ambiente fresco al lugar.
-Bien, no sé si ésto es un experimento o unas geniales vacaciones...-André sonrió caminando por todo el lugar.
-Bien, cada uno tiene su habitación, por ahora pueden escogerlas...-dijo Tori señalando la escalera.
Luego de eso, la menor de las Vega subió y entró en la segunda puerta de la derecha. Esa sería la suya.
Dejó dos sus maletas gigantes en su cama y las abrió para comenzar a desempacar.
Comenzó a meter su ropa y cosas personales en los cajones de las cómodas de la habitación, su corazón latía rápido y sus manos temblaban un poco, no podía creer que por fin estuviesen todos ahí. Se perdió en sus pensamientos, hasta que, un sonido en la puerta la detuvo y la hizo volver a la realidad.
-¿Victoria? -susurró una voz grave y rasposa desde el otro lado de la puerta.
-Puedes pasar... -dijo Tori.
Segundos después, Erwin Sikowitz entró en su habitación, él estaba con un traje parecido al de un enfermero.
-Me alegro que ya estés aquí.
Sí, Sikowitz era un psiquiatra/psicólogo, que estaría encubierto aquél año. Se haría pasar por el del limpieza, o cocinero, pero su verdadero oficio era vigilar a cada uno de los integrantes de aquél experimento. Él había sido contratado por Tori, también le había pagado, él le daría un informe mensual con el comportamiento de cada uno de los chicos ahí presentes, ya que de antemano se sabía, que todos conservaban algo de inestabilidad emocional, además de problemas que aún no habían sido descubiertos.
Sikowitz era un hombre bajo, de alrededor de cuarenta años, con cabello en sólo los laterales de su cabeza y la coronilla calva, barba un tanto larga, una voz gruesa y profunda. Quizás él parecía estar loco también, pero estemos claros, trabajar con tantos locos, en algo le tenía que afectar. Éste tenía ambas manos detrás de su espalda y sacó una de ellas, revelando un diario.
-Victoria...-susurró el hombre-He estado analizando tu idea del proyecto V, no estoy en total acuerdo, pero tampoco en desacuerdo. Sin embargo, quisiera que escucharas algunas de mis sugerencias, como psiquiatra.
-Dime...-levantó la ceja curiosa la joven.
-Ten... -le entregó un diario-Es difícil por lo que pasarás en éste año, no es un juego de niños lo que vivirás a partir de hoy, porque ninguno de estos chicos aparenta ser totalmente normal, así como tampoco lo aparentas ser tú. Porque creo que una persona normal, no correría éste grandísimo riesgo de vivir con extraños. Por eso mismo... -aclaró su garganta-Te aconsejo que escribas, cada día, tus observaciones personales, tus experiencias, tus interpretaciones en éste pequeño libro; será difícil cuando vuelvas al mundo exterior con todo lo que puedas aprender, reír y a la vez sufrir aquí. Por lo tanto, lo mejor sería que dejases un registro de tus pensamientos. Al cabo de un año, leerás las primeras páginas que escribiste, y ahí te darás cuenta si funcionó o no el proyecto Victorious.
-¿Cómo lo sabré? -preguntó la joven confundida. El hombre sonrió.
-Tus pensamientos serán distintos, al igual que tu forma de ver al mundo. Todo de tí habrá cambiado, y lo corroborarás léyendote a tí misma un año después. -objetó Erwin Sikowitz, con una pequeña sonrisa en sus finos labios, para palmearle suavemente su hombro y posteriormente darse media vuelta y salir por la puerta.
Tori se quedó pensativa unos momentos, mirando fijamente el diario en blanco que tenía entre sus manos.
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-Todo estará bien...-susurró para sí misma, mientras cerraba sus ojos y suspiraba.