28-lo que persigo

7 1 0
                                    

Era una noche muy fría en mi ciudad, no tenía a donde ir pues mis estudios de medicina requerían que estuviera en la sala de autopsias hasta muy tarde, pero justamente esta noche me siento muy cansado, no sé por qué, pero no reparo en ello. Guardo mis instrumentos y salgo de la universidad, como los dormitorios están muy lejos, decido  acortar por un camino por una pequeña plaza que, como supongo, está poco transitada por ser ya las once de la noche. Camino y camino viendo los grandes borbotones de humo blanco que salen de mi boca debido al frío, hasta que por fin, llego a las camineras rodeadas de una fina capa de nieve. Nunca me gustó mucho este lugar, pero queda justo detrás de los dormitorios, por lo cual tomo la poca valentía que me quedaba y aprieto el paso, hasta que, cuando me encuentro a la mitad de la plaza, empiezo a escuchar unos pasos rápidos a mis espaldas. Me volteo instintivamente y ahí está, una figura de mi misma altura, con una forma acartonada y ensombrecida que solo está ahí, aparentemente mirándome.

– ¡HOLA! – GRITO PARA LLAMAR SU ATENCIÓN. PERO PARECE NO ENTENDER LO QUE DIGO, SOLO ESTÁ AHÍ.


Sigo mi camino sin que nada intervenga, más justo cuando doy los primeros pasos, vuelvo a escuchar los pasos rápidos y cuando me volteo, la misma figura rígida estaba ahí, mirándome, pero esta vez, más cerca de mi persona. En eso, decido caminar de espaldas para ver si de esa manera vuelve a seguirme, pero nada sucede. Ya aterrado, pienso en voltear y salir corriendo, hasta que me doy cuenta que, con ese frío, de mi boca siguen saliendo borbotones de humo blanco debido al frío… pero de ese ser, nada sale. Me doy la vuelta con lentitud y salgo corriendo en cuanto escucho los pasos de aquel ser yendo cada vez más rápido, ni siquiera me volteo, solo sigo mi camino con un escalofrío penetrante en mi espalda. En eso, veo las puertas del dormitorio a lo lejos, acelero como puedo mientras siento que la figura ya está encima de mí.

Abro las puertas del dormitorio y sin siquiera mirar si está detrás de mí o no, cierro la entrada y salgo disparado hasta mi habitación. Ya en esta, hiperventilado y desconcertadamente aterrado, decido recostarme en mi cama dándome cuenta de lo agotado que estoy, sin tener idea de lo que acaba de ocurrir. Pero cuando me voleo hacia la pared para sentir más comodidad, vuelvo a escuchar con un horror indescriptible aquellos pasos rápidos, pero esta vez… venían de mi misma habitación.

MIEDO AL FINAL DE LA LUZWhere stories live. Discover now