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Me levanté por la mañana con un fuerte dolor de cabeza. No había podido dormir bien, leer y escribir durante la noche con la escasa luz de las velas era una agonía óptica.

—Te juro que me gustaría quedarme, Ginger. Pero sin nadie que me pague, entonces... ¿Qué les daré de comer a mis hijos?

Desde pequeña tenía una cuidadora, como una nana. Ella me acompañaba todos los días desde que tenía uso de razón. Ella me cocinaba, limpiaba la casa, me enseñaba cosas básicas como el arte de la cocina, coser, tejer y se encargaba de buscar a mis distintos profesores, los que eran ideales para mí.

Había tenido más de una profesora de literatura, pero resultó que la mayoría no me entendía lo suficiente y eran demasiado clasistas para mi gusto. Entonces, conseguí un profesor que era como... Mi alma gemela. El me enseñó de feminismo, y me dejó leer más de un libro escrito por una mujer; entre ellos, todos los libros publicados de Virginia Woolf. Incluso, el año pasado me dejó leer un libro escrito por un hombre negro: Harlem Shadows de Claude McKay.

Se me enseñó matemáticas, física, química como si fuera un varón, y no sólo lo tópico de modales, etiqueta, fe cristiana y deberes de la casa, como la maternidad y el cuidado de la familia. Se me enseñó todo lo que debía aprender para ser una persona común, no sólo una mujer, una persona completa.

A veces jugaba fútbol con mi profesor de literatura. Él era pésimo en eso, así que mi nivel de juego era el mismo.

—No te preocupes por mí, en serio. —dije esbozando una pequeña sonrisa. —Has sido una niñera espectacular. Sólo visitame cuando estés libre.

—Eso haré, niña. —respondió afligida. Por impulso le di un abrazo para despedirla y terminé sola.

Tampoco tendría institutriz para enseñarme modales, ni un solo profesor, no tenía para pagarles. Entonces vendería un par de cosas de la casa para pagar unas cuantas cosas, y luego buscaría un trabajo.

Sabía muchas cosas, quizá sería niñera.

Me subí a la chimenea para bajar la escopeta que estaba encima del espejo.

Oh, olvidé decir que mi profesor de literatura también fue a la guerra. Me enseñó todo lo que sabía de supervivencia, y me dejó un par de regalos en mi última clase.

Mientras Intentan bajar de la chimenea, uno de los ganchos que sostenía la escopeta se enganchó en mi manga haciéndome destabilizarme. Me agarré del espejo y este se salió de su base.

El espejo y yo terminamos en el suelo, uno roto. Por suerte, no fui yo.

—Mierda, esos serán unos siete años de mala suerte. —gruñí.

El sonido de la puerta me sacó de mi cólera. Alguien llamaba.

—Señora Prim... —no, no era la señora Primrose.

Se trataba de cuatro sujetos con sombrero y traje de millonarios. Sicarios, seguramente por sus facciones duras y poco amigables.

Hice un movimiento común hacia la mesita al lado de la puerta. Cogí el revolver y le disparé en el hombro al más cercano, el más viejo de ellos.

—¡Perra! —gimió apretando su herida.

Me paralicé por un momento al ver la sangre. Luego sólo vi como el que estaba a su derecha, intentaba arrebatarme el arma.

¡BANG!

Otro disparo, la bala traspasó el techo.

—¡Ginger! —exclamó el más joven. Se quitó el sombrero para que lo viera mejor. —Soy yo, Ginger. Ronnie.

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⏰ Last updated: Feb 04 ⏰

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