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IX [pte. V]

Obidei es el tipo de pareja que...

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Al despertar y no encontrar al rubio junto a él, rápidamente Obito entró en pánico, y el recordar las amenazas de parte de Ōnoki provocó que su temor creciese al imaginar a su esposo siendo forzado a ocultarse.

"¿Podría ser?", pensó mientras hacía sonar sus dedos.

Éste sabía que Ōnoki tenía algo entre manos, pero jamás imaginó que actuaría tan rápido.

"¿Por qué? ¿Qué fue lo que le hice para que me hiciera esto?", se reprochaba el azabache aguantando el llanto.

¿Tan fuerte había sido para el anciano que su pupilo tuviera una orientación diferente, siendo que fuese capaz de secuestrarlo? Tal vez, pero esto solo eran ideas de su mente, si lo esperara, cuando sus sentidos intentaban rechazar las pruebas de lo dicho.

Tratando de no creer que algo malo había ocurrido con su esposo, Obito niega con la cabeza y de un salto se levanta. Al llegar a la puerta de la habitación, oye un sonido porvenir de la sala.

"Tal vez solo esté comiendo algo", pensó mientras trataba de controlar su tik nervioso.

Pero al llegar a la sala no había nadie, solo una radio encendida y la puerta abierta, provocando que el ruido de la calle entrase. Esto desesperó más al azabache, llevándolo al punto que empujase una silla y saliese con apuro de la casa para ir en busca de su esposo.

Después de revisar todas las calles y locales, Obito emprende camino al hogar de su cuñada en busca de respuestas. Al llegar, abre la puerta del lugar de un golpe fuerte, alterando a las personas que se encontraban en sus alrededores.

- Deidara, ¡¿dónde está Deidara?! - gritó con una mirada desesperada, casi rogando por ello.

Kurotsuchi, quién se encontraba tomando agua, por la sorpresa se ahoga y al cabo de unos segundos recupera el aire para después hablar.

- Tomando un baño. - respondió señalando una puerta que se encontraba a su izquierda. - Estuvimos entrenando con Ōnoki-sensei. - corroboró mientras tosía.

Al oír tal cosa, Obito rápidamente corrió hacia susodicha puerta y, una vez parado en frente de ella llegó a oír el sonido del agua caer, y un tarareo casi convertido en un canto porvenir del lugar.

"Deidara...", pensó mientras su corazón se aliviaba, y su aliento volvía.

- Que alivio. - dijo apoyando su frente sobre la puerta, mientras por dentro agradecía por ello.

Con confusión, la gente que se encontraba a sus alrededores solo guardaron silencio y partieron del lugar, dejando a ambos azabaches esperando a que el rubio saliese del baño.

Pero la inquietud de Kurotsuchi era tanta que solo procedió a bajar la mirada, apretar los puños y tomar aire para hablar.

- ¿Puedo saber qué sucede, cuñado? - cuestionó en un tono algo preocupada, aguantando sus ansias y curiosidad.

- ¿Sabes... si tu sensei trama algo? - cuestionó tras ella el azabache, volteando a verla con el ceño fruncido, casi dejando ver el enojo total en él.