El Día del Amor

12 1 0
                                    


Narra Hino

Paseamos por la playa tras haber cenado al lado del mar, escuchando el murmuro de las olas que se mezclaba con nuestras risas. Ahora, la luz de la luna nos baña y nos observa expectante en nuestro paseo. Nuestras dedos se entrelazan con fuerza, como si no quisieran separarse nunca. Nuestros latidos acompaña al canto de las olas que rumorea a nuestro lado. Vamos vestidos elegantemente para celebrar la ocasión.

Hoy es una noche muy especial. No solo es el Día del Amor, donde damos culto a la Diosa Naarae. Hoy también es el día en el que le daré el anillo de compromiso a Diana. Hoy, le pediré que sea mi esposa. Hoy, será el día en el que cambiará todo.

Trago saliva y aprieto más la mano de Diana contra la mía. Mi corazón parece querer hacer un agujero en mi pecho para poder escapar lejos. Pero necesito hacer esto. Quiero pasar el resto de mi vida con esta semielfa. Quiero despertarme cada día a su lado y besar su frente para darle los buenos días. Quiero ser su compañero para siempre y estar ahí en los momentos malos y buenos. Quiero crear una familia con ella. Quiero que seamos uno solo y que nada, nunca más, pueda separarnos.

Arno, el padre de Diana, le pidió matrimonio a Adela con un anillo para seguir la costumbre de los humanos. Según me dijo mi pareja, tuvo lugar bajo la luna llena. En una playa. En un día como este.

Y yo quiero hacer lo mismo. Quiero cumplir lo que los padres de Diana no pudieron.

Respiro hondo y miro a la luna que nos vigila desde arriba, como queriendo buscar en la ella la fuerza necesaria para dar aquel enorme paso. Su luz parece calmar mis nervios y arrancarme con sus destellos una sonrisa cálida. Detengo a Diana. Ella me mira. Ella está preciosa con aquella camiseta de tirantes roja y el chal blanco. Aunque en realidad siempre lo está, aún con el pelo hecho un desastre y lleve la ropa que lleve. Ella siempre fue mi ninfa. Mi musa. La persona que logró sacar de mí los fantasmas de un ayer que me marchitaba sin darme cuenta. Diana fue para mí la luz que me sacó de las tinieblas. La estrella que disipó la niebla que ocultaba mi dolor.

Mi acompañante me mira con aquellos ojos de miel que tanta fuerza tienen sobre mí. Cuando profundizo en su mirada, todas las dudas desaparecen. Siempre fue ella.

—¿Qué pasa, Hino?

—Diana —digo, apretando sus manos. Ella parece quedarse sin aliento durante un segundo. La luz de la luna ilumina sus ojos—. Desde el primer día en el que te cruzaste conmigo, aquella noche helada en la que te encontré, supe que... que eras alguien muy especial. Me salvaste de mis cadenas y me diste una razón para seguir adelante. Me apoyaste aunque fuese un desastre, aunque no pudiese dejar ir el pasado. Me diste un hombro en el que llorar, una amiga de verdad y un amor tan grande que no sé explicar.

—¿Hino...?

—A pesar de todo lo que nos pasó, quiero que sepas que ya nunca me iré de tu lado. Que desde ahora, y como siempre, estaré contigo en las malas y en las buenas.

Suelto sus manos y me arrodillo ante ella. De repente me siento estúpido, ¿pero ya qué más da? Noto como mis mejillas se tiñen de rojo y como los nervios trepan por mi garganta. Intento sacar la caja con el anillo pero se ha quedado atascado en el bolsillo.

Venga, Hino, no seas torpe ahora. ¿Por qué me tiemblan tanto las manos? ¿Por qué ahora? Qué estúpido.

Una risa. Miro a Diana, cuyos ojos se han cubierto de lágrimas de alegría.

—Sí. Sí quiero —dice Diana, y yo siento como me suben los colores hasta las orejas.

—E-espera a que te lo dig... —empiezo a reprochar, pero ella salta a mis brazos y me calla con un beso anhelante.

Yo acepto aquel contacto, que sabe a promesa y a nuevas aventuras. A desafíos nuevos y a un amor tan grande como el mar que canta a nuestro lado. Nos fundimos y nos hablamos sin palabras. Cuando se separa, me ayuda a sacar la dichosa caja del bolsillo entre risas.

—Bobo —me dice. Yo río. Ella ríe.

Saco el anillo y Diana extiende su mano. Yo la toco con las yemas de mis dedos y le pongo el anillo con dulzura. Es plateado y tiene una pequeña piedra esmeralda.

Nuestras manos tiemblan y sé que nuestros corazones también. Que se está abriendo un nuevo mundo ante nosotros en el que solo existiremos los dos.

—Cásate conmigo. Sé mi compañera en este vida, fierecilla.

Un sollozo. Una risa. Yo seco sus lágrimas con mis pulgares y ella me mira con ojos desbordados de luz plateada y magia.

—Siempre. Para toda la eternidad —responde. Y yo me siento, de repente, el elfo más feliz del universo.

Tras eso, nos fundimos en un abrazo. Nos convertimos en las mismísimas estrellas que nos miran desde arriba y nos arropan. Nos estrechamos con fuerza, aislándonos del fresco de la noche. Nos volvemos a besar y qué dulces son sus labios. Cuánta magia hay en nosotros en esta noche.

Y noto cómo, desde un lugar lejano, tanto sus padres como los míos nos miran orgullosos por haber superado todos los obstáculos. Por empezar una nueva vida. Juntos. Sé que Adela y Arno sonríen y rezan para que a nosotros nos vaya bien. Que podamos ser felices como ellos no pudieron. Que permanezcamos unidos pase lo que pase.

Y así será.

Relato San Valentín Hino x Diana (Proyecto Dunia)Where stories live. Discover now