23. Fin de año

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▪︎ Eren Jaeger ▪︎

Noche de fin de año, una noche de esperanza, alegría y buenos deseos para familiares y amigos.
Dejamos atrás trecientos sesenta y cinco días llenos de vivencias, unas buenas y otras no tanto pero que todas nos han servido para aprender algo en este largo camino que es la vida. Una noche mágica que tras la última campanada comienza un nuevo año lleno de proyectos y buenos propósitos.

Era curioso pero no habíamos planeado nada especial para esa noche. A priori, Jean trabajaría en el restaurante y yo tendría que irme pronto a dormir para estar en plena forma para mi participación en el campeonato del día siguiente.
Nunca pude imaginar a primeros de Diciembre cuando comentábamos ilusionados nuestros planes para el próximo año que pocos días después mi vida daría un giro inesperado y conocería al gran amor de mi vida.

Suspiré y di otro sorbo a la taza de café que tenía entre mis manos, mi mirada se centró en los delicados y silenciosos copos de nieve que habían comenzado a caer de nuevo sobre la estación. Sonreí al ver el descarado roneo entre esas bolitas blancas de algodón y las montañas que podía ver desde uno de los grandes ventanales de mi apartamento. Los picos nevados
aceptaban con gusto esas suaves y frías caricias que el bello agente climático le dedicaba con extremada dulzura.
La estación presentaba un aspecto espectacular para esquiar, la nevada de la noche anterior había contribuido para convertir las pistas en un gigantesco algodón de azúcar.
La nieve en polvo era la mejor para practicar el esquí y el snowboard, deporte por el que últimamente había comenzado a sentir una gran curiosidad.

Era el día previo a la competición de saltos de esquí para la que llevaba entrenándome a diario durante todo el año. Quizás después de lo que había sucedido no estaba en las mejores condiciones para competir, pero necesitaba hacerlo.
Ya podía sentir fluyendo por mi cuerpo la adrenalina previa a la competición. Después de más de una semana sin subirme sobre unos esquís, anhelaba deslizarme sobre la nieve a toda velocidad e intentar tocar el mismo cielo al realizar uno de mis arriesgados saltos.
Durante estos últimos días en mi mente sólo hubo cabida para el dolor, la amargura y un gran sentimiento de culpa que no me dejaba vivir.
Pero hoy era completamente diferente, me sentía renovado, tanto física como mentalmente. Todos pensarían que era una locura pero no podía dejar pasar esta oportunidad. Ya no aspiraba al premio, era plenamente consciente que mi forma física no estaba al cien por cien y mis reflejos tampoco lo estaban. Sólo quería que Levi se sintiera orgulloso de este maldito gilipollas que tanto le había hecho sufrir gratuitamente.

Después de tanto tiempo viviendo sin vivir, llorando por Mike y maldiciendo mi vida, volví a sentirme vivo de nuevo, con unas ganas inmensas de seguir viviendo y de ser feliz. El único culpable de este cambio de actitud había sido ese precioso azabache que había llegado a mi vida para sacarme del fondo del pozo donde una vez más había vuelto a caer y esta vez sin intención de regresar.
Con sus palabras me había hecho comprender que tenía que asumir mi parte de culpa en todo lo que había sucedido y con su amor entendí que no por ello tenía que negarme a ser feliz. Mi felicidad tenía nombre y apellido y no era otro que mi amado Levi Ackerman.

Volví a teclear por tercera vez en la pantalla de mi teléfono móvil el número de Isabel, ni había dormido en casa ni me había enviado ningún mensaje para avisarme. Como en las otras ocasiones una voz mecánica me comunicó que ese número estaba fuera de servicio. A esa niña consentida le esperaba una buena bronca en cuanto la tuviera delante, me tocaria hacer de nuevo el papel de hermano mayor.

Subí a la buhardilla en silencio, necesitaba ver a Levi antes de marcharme a entrenar. Comprobar que todo lo que había pasado la noche anterior no había sido un hermoso sueño y que seguía en mi cama arropado entre mis sábanas.
Era tan hermosamente perfecto que no pude controlar las ganas de acariciar su mejilla y besar sus labios suavemente, al igual como hacía unos minutos la nieve besaba y acariciaba los picos de las montañas.
Sonreí al ver como hacía un gracioso mohín con los labios y salí de la habitación igual que había entrado, sin hacer ruido.

Imposible no amarte(Ereri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora