(Narras tú)
Luego de lo que supuse que habían sido horas, sentí que comenzaba a salir de mi aturdimiento. Sentía las extremidades entumecidas y la cabeza me colgaba pesadamente sobre el pecho. Comencé a escuchar mejor y abrí lentamente los ojos. Seguíamos en el remolque de mi tío pero este no se encontraba dentro. Y por lo que pude ver y escuchar, nos estaban transportando hacia algún lugar. Un secuestro con todas las letras.
Cuando abrí los ojos completamente y pude ver con más nitidez levanté la cabeza y registré el remolque. Mis padres, Abraham y Valentín seguían en los mismos lugares en los que los había visto antes de desmayarme. Todos seguían dormidos, ajenos al ruido y a las sacudidas que daba el remolque cuando pasaba por encima de un bache. Miré mis manos y piernas: seguía atada a la silla. Traté de pasar las manos por las ataduras, pero solo logré quemarme con las sogas. Pensé en levantar a Valentín para nos desatara, pero a él también lo habían atado de pies y manos. Miré su rodilla. Tenía una gran mancha de sangre y se le notaba parte del hueso. Parecía que el estar dormido hacía que no sintiera nada de dolor, por lo que prefería que siguiera así.
Comencé a registrar el lugar en busca de alguna cosa que pudiera servirme para liberarme. Miré hacia todos lados, cuando pude divisar una tijera en el escritorio de Federico. Estaba metida en un lapicero, a la vista. Me alegré de que quizás eso sirviera para algo… y luego recordé que estaba atada. No iba a poder alcanzar la maldita tijera. Me había dado por vencida y me había quedado mirando el techo. A mi tío le encantaba colgar telas con estúpidos estampados de leopardo en el techo. En la puerta de acceso había un pequeño estante con algunas carpetas llenas de papeles, aunque me parecía un mal lugar para poner una repisa. Además del escritorio y las sillas en donde estaban sentados todos, no había otro mueble dentro del remolque. Las paredes estaban pintadas a rayas rojas y amarrillas simulando la carpa del circo. Del aburrimiento comencé a contar cuantas rajaduras tenía la pared, era lo más interesante que podía hacer. Iba por la número 52 cuando sentí que alguien se quejaba y lanzaba un suspiro cansado. Bajé la vista y vi que mi madre se despertaba. Era rubia con raíces castañas. Se vestía con ropa negra, que marcaba muy bien su figura. Tenía una pulsera con púas doradas que me encantó en el momento en que la vi. Miré su cara, era redonda y regordeta. Sus ojos eran color castaño y estaban muy bien delineados. Cuando saliéramos de aquí iba a tener que pedirle un par de consejos de maquillaje a mi madre. Luego de un minuto observándola me di cuenta de que ella hacía lo mismo conmigo. Le dediqué una sonrisa y ella me la devolvió.
Tú: Hola mamá.
Mamá Cristina: Hola hija.
Una lágrima cayó por su mejilla.
Mamá: Es tan lindo oír eso después de 18 años de espera. Mi niña. No sabes cuánto he estado esperando para encontrarte.
Tú: Ojala nos hubiéramos encontrado en un lugar común y no aquí.
Ella se encogió de hombros.
Mamá: Te he encontrado, es lo único que me importa ahora.
Sonreí de nuevo, observándola.
Tú: Me encantaría darte un abrazo mamá, pero no puedo con las ataduras.
Comencé a forcejear con ellas y mi madre me imitó. De repente posé mis ojos en la pulsera que llevaba.
Tú: ¿Mamá?
Mamá: ¿Si?
Tú: ¿Esas púas son de verdad?
Mi madre miró su pulsera y luego me dirigió una mirada triste.
Mamá: Lo siento, mi vida. Son falsas.

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La Chica Del Circo~Abraham Mateo
FanfictionTú, una tranquila chica, buena, dulce y amable, encerrada junto con otras personas en un circo antiguamente propiedad de sus padres, pero al morir su tio quedo al mando del circo, de los empleados y para colmo de ella. Un día tu te vas del circo con...