¡ARMADOS Y PELIGROSOS~! ★ Un Fanfic de Sir PentNiss

2. Chico Malo.

          −Ajá, ajá... Así que ya veo−murmuró casi que para sí la serpiente, observando los documentos que Arackniss le tendió con remarcado interés mientras sorbía apenas un traguito de su taza de té con elegancia. Luego, todos sus ojos se dirigieron ácidamente hacia su invitado, arqueando una ceja con cierto desdén. − ... Finalmente alguien reconoce mi talento, ¿no es así?−.

          El joven pistolero, casi que despatarrado en el sillón de la forma tan informal en la que se sentaba, fumando y con los brazos detrás de su cabeza, asintió de mala gana. Arackniss se hallaba en lo que parecía ser un pequeño salón para el té, oscuro y de muebles muy bonitos y elaborados hechos con obsidiana, en el medio del cual había una pequeña mesa ratona prácticamente abarrotada con el servicio de tazas y teteras, y una amplia bandeja de magdalenas de chocolate. Alrededor de ésta misma se hallaba su sillón y el de Sir Pentious (el de la cobra siendo deliberadamente de respaldo más alto y amenazante, como demandando respeto), y los pequeños y extraños seres huevo de antes iban y venían entre ellos, volviendo a servirles té o rellenar la bandeja de aperitivos siempre que lo considerasen necesario. El chico araña suspiró, exhalando una buena cantidad de humo al hacerlo. Sus ocho ojos dieron una vuelta por el recinto, bastante poco impresionados a pesar de la elaborada mampostería y decorado debido a que esta misma parecía bastante desordenada. Como ya se dijo, el cuarto era pequeño y mal iluminado, unas gruesas cortinas negras permanecían cerradas a cal y canto en la pared y fue necesario correr varios planos y modelitos a escala para hacer sitio en la mesa... y aún así quedaron bastantes de esos tirados por el suelo y apretujados en los rincones. El demonio araña no pudo menos que sonreírse para sus adentros. Así que este Sir evidentemente se tomaba muy en serio en sus invenciones, ¿eh? Lo suficiente como para que el estilo caballeresco se le fuera al diablo en esa casucha llena de telarañas y manchas de aceite y humedad. Sir Pentious arrugó el gesto.

          − ... ¿Qué demonios es ésa sonrisa...?−exigió saber, a lo que Niss simplemente se encogió de hombros y desechó la ceniza de su cigarrillo en el azucarero vacío.

          −No es nada, hombre... No te esponjes−contestó, como si nada, antes de inclinarse sobre la mesa y señalarle los papeles que sostenía con lo que quedaba del pitillo. −Mira... el caso es que pensamos que a nuestra organización le vendrían bien unas armas como las tuyas por un módico precio para ayudarnos a ganar poder y cobrarles a los que nos hagan enfadar. Nuestro jefe (que, casualmente, es el mio padre¹) quiere ofrecerte su colaboración a cambio de tu mercancía, ya sea como protección, acuerdo de cederte una cuantiosa parte del territorio infernal, y, entre otras cosas, ayudarte a conseguir los materiales que necesites para terminarlas y usarlas en tu venganza contra... −.

          Arackniss hizo una pausa, sonriendo de lado con cierta malicia.

         − ... ¿El Demonio Radio, puede ser?−. El chico compuso una carcajada. −Hay que estar bastante loco y demente como para intentarlo, eso te lo concedo... pero, bueno. Papá dice que tampoco es bueno para nuestro negocio dejar que alguien se pasee tan a sus anchas por nuestros pagos. Si quieres hacer el honor de sacrificarte, pues nosotros muy felices de ayudarte~−.

         Sir Pentious arqueó una ceja. Luego, dejó los papeles sobre un diminuto rincón sin usar de la mesa, y se irguió, cerrando todos sus ojos con algo muy parecido a la dignidad. El hombre serpiente se dió unos pequeños golpecitos en el pecho con convicción.

          −Que sepas que la ofensa que me ha inculcado ése demonio es muy meritoria de querer borrarlo del mapa, muchas gracias−siseó, con evidente desagrado antes de volver sus ojos a su interlocutor con refinada curiosidad. −A tu citado padre ya lo conozco, vaya que sí... Y en otra ocasión, me honraría mucho que un demonio como él destacase de esa forma mi talento indiscutible... Si no fuera, claro está, por el golpe igualmente grave que me dió su más que desvergonzada descendencia−.