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Félix observó al futuro heredero del trono bajar por las grandes escaleras decoradas especialmente para el baile de aquella noche, al igual que el resto del salón. Los detalles en dorado y blanco combinaban con el traje del príncipe, portaba una camisa blanca completamente abotonada, sus pantalones y zapatos elegantes llevaban el mismo tono a diferencia de su chaqueta color vino, todo jugaba perfectamente con su cabellera castaña y ojos miel.

Todos a su alrededor llevaba un aire cálido, las damas bailaban al compás de la música con sus parejas, los movimientos causaban que sus faldas se mecieran de un lado a otro logrando que los ojos ajenos se clavasen en sus coloridos y exagerados vestidos, todo perfectamente arreglado para que el rey pudiese encontrar a la futura reina de las tierras, porque sí, eran épocas donde no importaba la opinión de los más jóvenes, mucho menos lo que sentían.

Podría describirse como una historia similar a la de Cenicienta, pero añadiendo un toque mayor de crueldad y humanidad enferma.

Todos se detuvieron un momento para darle una reverencia a Christopher, quien respondió de la misma manera con una falsa sonrisa, detrás de él se encontraba en rey en su trono, éste se colocó su corona y la reina a su lado dió el permiso para seguir con el baile mientras su hijo recorría muchacha por muchacha tratando de encontrar algo rescatable. O quizás, muchacho.

Esa idea al pueblo no le agradaba para nada, pero Christopher siempre fue una persona que veía mucho más que el físico de la persona e incluso su sexo. Claro estaba que ese dato no se desplegaba de su cabeza, porque si sucedía, él la perdería literalmente por un castigo.

La noche transcurrió lentamente, miradas se posaban sobre el bello príncipe quién saludaba y cautivaba a cada doncella con la que se cruzase por delante, de ellas ninguna llamó la atención, no como el muchacho rubio de pecas y traje verde aterciopelado oscuro.

- Buenas noches, majestad.- Félix se inclinó un poco en señal de respeto y Chris sonrió de manera sincera.

- ¿Lo conozco? Juro haber visto a todo el reino al menos una vez en mi vida, y su rostro no se me es familiar.

- Lee Félix, llegué hace días desde otro pueblo, mi madre vive aquí y ha enfermado severamente. Espero no le moleste mi presencia aquí.

- Todo aquel que viva en éstas tierras es bienvenido en mi palacio.

Ambos se formaron curvas en sus labios y Chris extendió su mano para bailar lo que quedaba de aquella pieza de la canción, Félix sin vergüenza tomó su palma evadiendo las miradas del resto, mayormente de mujeres maquilladas como urracas llamativas, iugh.

Ambos se unieron en el baile tomando el centro de la pista de un momento a otro, para Chris, aquel desconocido tenía algo que llamaba completamente su atención, quizás eran sus pecas que formaban constelaciones, sus ojos claros llenos de brillo o sus perfectos y delicados labios, no lo sabía, pero definitivamente esa naturalidad era mucho más bonita que todo lo que los rodeaba.

Sus pasos coordinaban como si ambos hubiesen practicado durante largas horas lunares en ese mismo espacio, iluminados por velas que llegaban a dar brillo a ambos rostros, delatando bellos destellos mutuos en sus ojos.

El rey, un tanto disgustado y extrañado, dio la orden de que era señal de un brindis para así acortar la extraña acción de su único hijo, ambos jóvenes se tomaron el tiempo de admirarse para luego tomar distancia, Félix tomó una de las copas de la bandeja que portaba uno de los sirvientes, al girarse vio como un criado le entregaba la fina copa dorada al heredero.

- ¡Por mi hijo! ¡Por todas las damas e invitados aquí! Por conseguir una bella esposa para nuestro príncipe de oro- La dulce voz de la reina resonó por las paredes, ésta levantó su cáliz junto al de su esposo, todos los invitados imitaron el acto y le dieron un trago al vino para desear buena suerte al muchacho.

Christopher acabó su copa de un solo trago, su mirada se posó en Félix quién lo cautivó aún más con esa ojos llenos de estrellas. El príncipe debió seguir con su trabajo, hablar con todas las muchachas del salón, pero eso no le impedía a ratos conectar sus ojos, su voz y algún que otro paso de baile con el joven Lee.

Fue un momento efímero, sus almas se apagarom cuando el fin del baile fue anunciado, todos los invitados abandonaba el salón principal luego de despedirse, el joven Lee se posó por último para así poder ver por otro momento al castaño de hoyuelos.

En las afueras del palacio, dos figuras bajo la luna juraron algo. No sabían muy bien qué, pero la presencia de esa leve sonrisa en el pecoso dejaba en claro que era algo entre ellos dos y nadie más.

- Hasta la próxima, joven Lee.

La mirada de los caballeros desde la entrada del palacio no dejaron tiempo para que Christopher pudiera sellar con sus labios aquel silencioso pacto.

- Como diga, mi Rey.

Susurra y la mente de Chan se nubla perdiendo la noción del tiempo, esas palabras lo descolocaron de tal forma que para cuando reaccionó, el chico de las constelaciones en el rostro ya no se encontraba allí.

- ¿Y? ¿Qué tal? ¿Hay alguna muchacha interesante?- El mayor se posó junto a él y la mujer tomó la mano de su hijo.

- Vaya que sí...

Los ojos del rey se iluminaron.

- ¿De verdad?¿Qué color era su vestido, hijo?

- Verde...

El hombre hizo una mueca.

- ¿La señorita Kim? Dicen que esa no sabe ni lo que es el baño.

La mujer negó rodando los ojos y estrujó la mano de su pequeño comprendiendo a lo que se refería, no como su padre.

- Era muy guapa...- Dijo ella- Pero creo que deberías mantenerte al margen- Espetó ella tratando de que Christopher entendiese la referencia.

- Lo sé.

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- ¿Cómo te ha ido?- El hombre vestido completamente de negro tomó asiento junto a Félix quién dejó de lado la pipa y negó.

- Bien, ya han pasado dos horas desde que se acabó el baile, de seguro habrá hecho efecto...

- ¿Nadie te vió?

- No, no soy tan torpe. ¿Tienes mi dinero?

El hombre asintió y sacó una bolsa de tela repleta de monedas de oro lanzandolas sobre la mesa, Félix se tomó la molestia de contar una por una.

- Muy bien, veo que podemos hacer negocios con confianza, un gusto trabajar con usted.

El rubio no esperó respuesta, tomó la bolsa, su pipa y salió del salón al que todos consideraban un viejo bar del pueblo, sus pasos eran lentos.

Recordó la mirada de Christopher, sus ojos eran tan hermosos, el detalle de que no le haya importado bailar con un hombre era encantador, sin dejar de lado sus bonitos hoyuelos o su figura tan divina.

Una lástima era que eso a Félix le importaba poco y nada, su miraba viajó a la montaña donde el castillo real descansaba, sonrió y se perdió por las calles.

Pudo haber sido todo diferente, pero el dinero valía más.

- ¡El vino era veneno!- Exclamó el criado ante los reyes- Antes de lavar las copas noté algo extraño en el fondo...

El rey tomó el cáliz furioso y lo lanzó contra de la pared mientras la reina lloraba tomando el rostro de su amado hijo, Christopher se encontraba en el suelo con un hilo de sangre cayendo de su boca, sus ojos abiertos, la piel pálida y helada.

El Reino caería en un profundo luto, los llantos de las almas en pena atropellarían las paredes del castillo y todos allí verían el fin de las tierras.

Ya no existía un heredero.

Ya no existía Christopher.

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THE PRINCE. [Chanlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora