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____ avanzó a ciegas por la casa. Su mentira resonaba en el interior de su cabeza. El corazón le latía a toda velocidad.

Harry la amaba y ella lo amaba a él. Entonces, ¿por qué se había dado la vuelta y había salido huyendo?

No era necesario responder a esa pregunta.

Recordó cuando había estado esperándole en el barco, muy preocupada. Cuando se dio cuenta de que amaba a Harry, le había resultado un shock. Durante años, había vivido creyendo que no volvería a amar. Al llegar a Cuba, se encontró con él y se había quedado embarazada. Su mundo había empezado de nuevo a cobrar vida y el hielo que rodeaba su corazón a derretirse.

Le había resultado emocionante imaginarse a los dos juntos, pero al final se había dado cuenta de que tan solo se había engañado al hacerse creer que estaba lista para el amor, porque no lo estaba. Lo único que había estado haciendo era crear una fantasía de amor en un país exótico con un hombre alto y guapo que le aceleraba los latidos del corazón. El hecho de que Harry le dijera que la amaba lo hacía todo real. Demasiado real.

El amor de fantasía no hacía daño, pero el amor real sí. El amor real existía en el mundo real, donde la vida era cruel y aleatoria. Por eso se tenía que marchar de allí.

Ya en el dormitorio, decidió que, si se quedaba, no podría resistirse a él. No quería resistirse, pero no podía amar a un hombre que vivía como vivía Harry, corriendo riesgos. Amarlo significaría aceptar que podía perderlo y ese era un riesgo que no estaba dispuesta a correr. Un dolor que no quería volver a sentir.

Trató de contener las lágrimas y sacó su maleta. Comenzó a meter la ropa a puñados.

–¿Adónde vas?

Harry interrumpió el tumulto de sus pensamientos. Ella se quedó inmóvil. No había esperado que Harry la siguiera. ¿Por qué iba a hacerlo cuando ella, inexplicablemente, había rechazado su amor?

Durante un instante, deseó tomarle la mano y retirar sus palabras, pero no tenía derecho a hacerlo. Sabía que, algún día, otra mujer lo tomaría entre sus brazos y lo reconfortaría al final de un largo día. Ese sería su castigo.

–Estoy haciendo la maleta. Tengo que irme a casa.

–¿A Inglaterra?

–Sí, a Inglaterra –susurró ella. Una lágrima se le había deslizado por la mejilla, pero había conseguido secarla a tiempo–. Nada de lo que puedas decir va a hacerme cambiar de opinión.

–¿Podemos hablar?

–No hay razón. No hay nada que decir.

–No puedo dejar que te marches, ____. Así no. Es tarde y estás disgustada.

–En ese caso, me iré a un hotel.

–No. ¿Por qué deberías marcharte? Esta es tu casa.

–Y la tuya también.

–No lo es, nunca lo ha sido. Solo pareció serlo cuando estábamos en la plantación…

Harry dio un paso adelante. Tenía un aspecto pálido y agotado.

–No ha cambiado nada más que el lugar…

–No. Ha cambiado todo.

–¿Porque te he dicho que te amo?

–Yo te dije que no creía en el amor.

–No. Dijiste que no podías creer en el amor, que no puedes volver a sentirlo otra vez, pero sé que me amas, ____. Lo sé. Y sé que podemos hacer que lo nuestro funcione –dijo él mientras le tomaba la mano.

La HabanaWhere stories live. Discover now