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Capítulo 3

El café, aquella mañana, no fue capaz de despertarla. Algo lamentable ya que tenía que aparentar estar en perfectas condiciones para no levantar sospechas. Estaba de regreso en su habitación, recostada sobre la cama tranquilamente, a sabiendas de que aún era temprano para alistarse. Se tomó un corto tiempo para revisar sus redes sociales y luego enterró la cabeza en su almohada mientras deseaba poder dormir. No estaba acostumbrada a pasar tanto tiempo sin dormir. Aunque más de una vez lo había hecho.

Las carreras que se llevaban a cabo los días de semana eran las que más dinero le dejaban. Los competidores con más poder adquisitivo pagaban para competir con ella y así ganarse el respeto de todo el submundo. Ella nunca solía rechazar aquellos retos ya que necesitaba ganar dinero. Tenía muchos planes para un futuro: pagar su universidad, comprar un departamento, conseguir un taller más grande donde arreglar y guardar sus autos, abrir un gimnasio y una sin fin de fantasías adolecentes. Afortunadamente, su cuenta en el banco era más grande de lo que muchos podrían esperar. Lo bueno era que los bancos suizos no preguntaban de donde salía el dinero, por eso no debía dar explicaciones.

Decidió comenzar a alistarse, por lo que se puso de pie y se dirigió a su closet. No puso mucho empeño en verse como nerd esa mañana. Simplemente se colocó un sujetador debajo de la remera que tenía puesta, unos jeans, converse blancas y una sudadera negra con los puños rojos. Su cabello negro caía libre hasta sus hombros y su cara solo tenía corrector de ojeras para no delatarla.

Tomó sus cosas y comenzó a bajar lentamente las escaleras. No tenía ganas de caminar hasta la parada del autobús, por lo que su única esperanza era que su madre se dignara a llevarla hasta el instituto. Pudo ver su silueta arrojada sobre el sillón. Su madre, Madeleine Wilson, era una empresaria que se la pasaba la mayor parte del tiempo en la oficina. Su cabello rubio ceniza y sus gélidos ojos azules, combinados con facciones marcadas, la hacían una mujer de hielo. Un hielo que solo se derretía con su hijo menor.

-Buenos días- saludó con un tono de voz indiferente. No porque necesitara algo de ella sería amable.

-¿Qué quieres? –preguntó su madre sin sacar la mirada del ordenador que tenía sobre su regazo. Algo en el interior de Paula se rompía cada vez que su madre se portaba tan indiferente con ella.- No tengo todo el tiempo del mundo Paula.

-Olvídalo.

Llegaría tarde, pensó al ver la hora en su teléfono móvil. El autobús había pasado hace diez minutos y caminando se perdería la primer clase. Solo le quedaba una opción, ir en auto. Resignada se dirigió al garaje, donde guardaba sus automóviles. Los observó durante unos cuantos minutos, pensando que todos eran demasiado ostentosos. Ninguno pasaría desapercibido en el estacionamiento del instituto. Finalmente, después de pensarlo seriamente, decidió montarse en su Porche Carrera GT color plateado y rezó para que nadie hiciera preguntas. Aunque sabía que eso era imposible.

Conducía a gran velocidad, a pesar de saber que el tiempo que había perdido escogiendo uno de sus bebes la había dejado fuera de la primer clase. Cuando por fin llego, solo pudo ver dos lugares libres. Lamentablemente, esos lugares se encontraban justo al lado del sitio donde estaban aparcados los autos de los populares. Suspirando, estacionó su auto en el lugar más apartado. Una Ninja Kawasaki verde se estaciono en el último lugar libre, haciéndola fruncir el ceño. Ella conocía esa motocicleta. Después de todo, había aprendido a reconocer en que se desplazaba cada popular. Lanzando un suspiro de fastidio decidió que lo mejor era bajar del auto y estar lista para recibir las preguntas del muchacho.

-No voy a hacer preguntas.

-Gracias Coleman.

Ambos comenzaron a caminar hacia el instituto, a sabiendas de que habían llegado demasiado tarde para la primera clase. Su plan era sencillo, ir a la biblioteca y perderse entre el silencio que allí reinaba. En algún punto de su trayecto notó que el castaño seguía junto a ella. Si tenía que ser completamente sincera, no le molestaba su compañía. Al parecer el muchacho era suficientemente inteligente como para mantenerse callado y no molestarla. Ese día no estaba de buen humor, la charla con su madre lo había arruinado todo. No podía creer como se habían distanciado tanto, aunque nunca habían estado muy unidas.

Ángel de Hielo |En edición|Where stories live. Discover now