El brazo izquierdo de Susana Monasterio

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No había nada más molesto para Miguel que compartir el cuarto con su hermana mayor pues su espacio personal masculino se veía invadido en gran medida por música pop para niñas, imágenes de perritos en la puerta, su cama envuelta ocasionalmente en sabanas rosas y un molesto olor a perfume por todo el lugar. Si, no podía negar que el cuarto era grande y cada quien tenía su propia cama y habían llegado al acuerdo de que cada quien tendría su «lado» repartido equitativamente, como si hubieran trazado una línea invisible que dividía el espacio entre las dos camas y se extendía hasta el closet, el cual de un costado tenía la ropa vieja, rota y sucia de Miguel y del otro los coloridos y bien cuidados vestidos de Susana.

A Miguel esto le molestaba porque todos sus amigos del pueblo tenían su propio cuarto. En cambio el niño Monasterio tenía que aguantar el compartir habitación con su hermana de 17 años, la cual además de creer que lo sabía todo, era en extremo cariñosa con él, cuando estaba de buenas por que el resto del tiempo se la pasaba regañándole o pidiéndole que se apartara de ella.

Ahora bien, Susana Agatha Monasterio (Gatitha como le decían en el pueblo) era esta atractiva chica de resplandecientes cabellos rubios y cautivadores ojos verdes que se adornaban aún más cuando sonreía mostrando sus perlados dientes blancos. Sin duda había sacado lo bueno de ambas partes de la familia (en cambio Miguel tenía el cabello castaño y una intensa mirada de ojos café oscuro que, según su padre en unos años más le conseguirían muchas admiradoras).

Nombrada Susana por la abuela paterna y Agatha por la materna, Gatitha había sido el centro de atención de todos los niños del pueblo durante su infancia y adolescencia, hasta que tuvo que partir a los 14 años para estudiar la preparatoria en la capital, donde su tía Antonieta, hermana de su mamá, le había convencido de unirse a un grupo de "girl scouts". Fue ahí, durante una excursión al bosque cercano que ocurrió el incidente.

Era su último año de preparatoria y quedaban unos meses para regresar a su natal San Carlos de los Robles cuando su vida cambio. Durante la excursión, una de sus amigas le pidió acompañarla, pues iba a buscar piedras curiosas para llevarles a sus padres y terminaron separándose del resto del grupo. Sin embargo sabían bien como regresar, pues una de las mejores habilidades que había desarrollado Susana era el sentido de dirección.

Estaban por volver cuando escucharon un grito muy fuerte proveniente de lo profundo de los bosques, buscaron el origen lo cual no les fue difícil pues al primer grito le siguieron más. Corrieron hasta ver a otra de las chicas scout arriba de un árbol y a los pies del mismo, un gato montés subiendo lentamente por el tronco. Sin pensarlo dos veces Susana le arrojo una piedra al animal el cual volteo a verla y dejo a su presa para irse encima de ella. La reacción de Susana fue colocar el brazo izquierdo entre ella y la bestia.

Recordaba haber caído con el animal al suelo y golpearse con una piedra. Despertó para encontrarse en una cama de hospital, los llantos de su tía la despertaron. Sintió un increíble dolor punzante en su brazo izquierdo y una comezón aguda. Moviendo la cabeza bruscamente volteo para ver si el animal se lo había lastimado, pero su brazo no estaba ahí. El doctor le dijo que se calmara y la sostuvo por los hombros al tiempo que sus gritos escaparon de la habitación y retumbaron en todo el pasillo, se sacudió de entre las manos de su tía y las enfermeras que ahora le ayudaban al médico a sostenerla, el forcejeo la hizo liberarse, cayendo entonces al frio y duro suelo de la habitación con su rubia cabellera cubriendo su rostro empapado en lágrimas.

Semanas después las scouts de otorgaron una medalla al mérito por haber salvado a sus compañeras, pero una medalla era más ligera que un brazo y le resultaba menos útil. Aun así estuvo ahí sonriendo y dijo que dar su brazo izquierdo era un precio muy pequeño por volver a ver a sus compañeras a salvo. Mintió, ella quería su brazo de vuelta.

Gracias a esto, al regresar al pueblo era vista con indiscreción por todo mundo. Las demás muchachas sentían lastima por ella y los muchachos hacían expresiones de asco al ver el muñón que le había quedado desde un poco más arriba del codo. Lo único que le alegro fueron tres cosas, la primera que ahora sus admiradores eran más selectos, el único que le seguía mandando flores era Calixto Carmona, el hijo del vendedor de flores; la segunda; el único que aun la veía con emoción era su padre y la tercera se debía a que la única persona que ansiaba llenarla de besos era su madre. Y claro, después estaba Miguel con sus incesantes burlas, diciendo sus bromas estúpidas como «si quieres te puedo dar una mano, Gatitha» o prometiéndole que la próxima navidad o cumpleaños, si le regalaría un garfio para que empezara su carrera de pirata.

A pesar de todo, Susana estaba muy lejos de haber quedado indefensa o a merced de otros dada su condición. Gracias a que carecía de un brazo desarrollo una mayor fuerza y destreza haciendo cosas con una sola mano. Trataba de verlo del lado positivo alegrándose de que fuera el brazo izquierdo el que le faltaba, pues era diestra. Aun así le molestaba que su madre le sirviera algunos alimentos cortados en pequeños cuadros para que le fuera más fácil consumirlos con una sola mano, sobre todo cuando se trataba de hot cackes o pasteles, pues previo al incidente a Susana siempre le había gustado comer estos alimentos con salvajes mordidas.

La mayoría de las veces, Susana dormía sobre su lado izquierdo, su cama que se encontraba pegada a la pared derecha del cuarto quedaba justo al extremo contrario donde se encontraba la puerta de entrada, por eso cada vez que alguien abría la puerta en medio de la noche (Miguel), el destello de la luz encendida del pasillo entraba en diagonal pegándole justamente en la cara, arrancándola abruptamente de su sueño. Gracias a ello le era muy fácil estar al pendiente de las veces que su hermano iba al baño en medio de la noche y eran bastantes veces. Le pareció por demás raro que esa noche, Miguel no se levantara al baño para nada, pues tal vez era que estaba enfermo. Sin embargo recordó que el delicado de su hermano apenas sentía un poco de dolor, corría a despertar a sus padres para que le dieran una pastilla.

Fue hacia las once de la noche que la puerta se abrió bruscamente, el destello de luz le dio en la cara y desapareció rápidamente al tiempo que escuchaba como la puerta rechinaba al ser cerrada. Entre la oscuridad pudo distinguir la silueta de Miguel, quien guardo algo debajo de su cama y se metió entre las cobijas con demasiada rapidez. Susana conocía muy bien al pequeño, sus movimientos, su desesperación por ocultar cosas. Sin duda acababa de tomar algo sin permiso. Pero el sueño era más apremiante en ese momento y decidió que sería un asunto para resolver la tarde del domingo, mientras su hermano estaba fuera comprando nieves en la plazuela. 

Diario de un cazafantasmasWhere stories live. Discover now