𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏: 𝐕𝐄𝐍𝐄𝐂𝐈𝐀

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El avión en el que viajaba descendía con prontitud, sus ojos verdes se mantuvieron en el paisaje de la estrecha ventanilla oval. Era la primera vez que viajaba solo y la primera que visitaba Venecia. Harry Styles llevaba años soñando con poder viajar a aquella ciudad italiana cuna de paisajes  únicos y preciosas construcciones renacentistas. A sus 24 años de edad y recién graduado de una licenciatura en artes visuales y fotografía, aquel viaje por el que había ahorrado casi toda la carrera, con pequeños trabajos reparando motores de botes y motocicletas, era una aventura de proporciones mayúsculas.

Sus ojos miraban con impaciencia el paisaje a 30 mil pies de altura, Italia se distinguía desde el aire por sus viejos techos rojos que eran cada vez más nítidos a medida que el avión descendía.

Cuando el avión tocó tierra tembló de emoción, pasaría dos semanas para fotografiar paisajes, rostros y el folclórico Carnaval de Venecia, uno de los eventos más esperados del año, sería simplemente magnífico.

—American Airlines agradece su preferencia y espera su próximo retorno— una voz femenina resonó en el altavoz del avión primero en italiano y luego en inglés, Harry se levantó de sus asiento y bajó lentamente detrás de los pasajeros que hacían fila interminable en cuanto al descenso permitido. Sintió un agradable nerviosismo clavándose en su estómago cuando el aire cálido y terroso le dio la bienvenida. El aeropuerto Marco Polo en la Ciudad de Tessera sería su primera parada para recorrer Venecia.

El calor del verano le provocó un ligero sofoco cuando salió del aeropuerto, compró un boleto para viajar en el autobús azul que lo llevaría a la Piazzale Roma. Esperó 15 minutos a la llegada del transporte inmerso en su diccionario de italiano intentando imitar el acento de algunas personas a su alrededor. El autobús arribó a la estación y Harry subió después de algunos otros turistas, no llevaba demasiado equipaje, sólo su equipo de fotografía y una maleta. Le agradó que su asiento fuese junto a una de las ventanas del lado derecho del autobús, sentía la necesidad de contemplar el paisaje y de esa manera observar los lugares en donde debía inmortalizar su visita a través de su cámara. A su lado se sentó una mujer con una niña en su regazo, la niña parecía inquieta, la madre reprendía su comportamiento en un idioma que Harry no supo identificar, tal vez alemán o danés, no estaba seguro, ella volteó hacia él y le pidió disculpas en un perfecto italiano.

Non c'è problema— contestó Harry intentando sonar lo más normal posible, sin embargo, su acento le hacía sonar un poco acartonado. La mujer continuó batallando con su hija mientras el transporte se desplazaba por la carretera y él optó por colocarse sus audífonos y mirar por la ventana.

Cambió varias veces la música hasta que una canción que no recordaba haber descargado en su reproductor comenzó a sonar, era una agradable canción italiana, Volare. Con agrado fue siguiendo la melodía con sus ojos sobre el paisaje, la Laguna de Venecia se abría a los costados del Puente de la Libertad, se veía imponente y hermoso con su peculiar color verde esmeralda, era medio día y el sol estaba en su punto más alto destellando contra la superficie del mar y algunos veleros que navegaban alrededor. Harry tarareaba en voz baja ilusionado por el viaje, mirando los autos pasar al lado de su ventana y desaparecer más adelante; una motocicleta se emparejó a la altura de su ventana, era una Harley Davidson Choper en negro y plata, Harry casi podía escuchar el rugido de su motor y sentir la vibración como un ronroneo, la recorrió con la mirada, era una motocicleta hermosa con algunos aditamentos de cuero, luego sus ojos pasaron a su conductor, era un hombre igual de imponente que la máquina, botas negras, pantalones vaqueros, una chaqueta de cuero que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, su cabello castaño oscuro brillaba y se movía con el viento, Harry podría jurar que su textura era suave al tacto, el hombre tenía puestas unas gafas oscuras completando su atuendo, era como un cliché del hombre rudo, el perfecto símbolo de tosca sensualidad, ante el que cualquier mujer caería rendida para una noche de sexo desenfrenado.

𝐀 𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐮𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬 [𝐥𝐚𝐫𝐫𝐲]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora