MOROHA Y LA PERLA NEGRA - CAPÍTULO 10

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—Por favor, abre los ojos, Kagome. ¡Di algo! — le pedía el peli-plateado desesperadamente entre sollozos, apretando su delicada y fría mano, intentando darle de su propio calor.

No era posible que en realidad estuviera pasándole esto. Había confiado plenamente en ella, le prometió que todo saldría bien, que volverían a estar juntos pronto, que estarían juntos para volver y encontrarse con su amada hija. ¿Por qué tuvo que pasar justo cuando por fin ella había llegado? ¿Por qué tuvo que elegir a su propia hija como su verdugo? No lo comprendía. No podía pensar, no podía controlarse. El dolor por la pérdida era tan inmenso para el peli-plateado que no podía reaccionar ante sí mismo. Debe controlarse. No puede perder la razón, no ahora, aunque, sinceramente eso que importaba si ahora no la tenía a su lado. Ahora que la había perdido para siempre.

La pequeña shihanyo observa de rodillas desde su distancia la desgarradora escena de su padre abrazando y suplicándole al cuerpo de su madre que regresará a la vida. ¿Qué había sucedido exactamente? Su madre le había dicho que ese era el único método para romper el sello; que esa era la única manera para poder sacarla de ese profundo sueño. Le había pedido que confiara en ella. Entonces, ¿por qué ella se encontraba en ese estado? ¿Por qué no había despertado? ¿Por qué ya no podía escuchar el palpitar de su corazón? ¿Por qué ya no podía sentir su poder espiritual, su esencia? ¿Qué diablos había hecho mal?

—¡Maldición! — grita destrozada, dejándose caer hacia enfrente, golpeando fuertemente el suelo con sus puños para después quedarse ahí apoyada sobre sus antebrazos y los puños fuertemente cerrados mientras apretaba sus ojos y sus colmillos, intentando detener el dolor que ahora mismo estaba sintiendo — Yo... ¡Yo no quería que esto pasara! ¡¿Por qué tuvo que pasar?! ¡¿Por qué tuve que ser yo la que acabó con su vida?! No es justo ¡No es justo!

La pulga demonio mira triste aquel terrible acontecimiento. Escuchar los gritos desgarradores de sus dos amos, lo tenía con un nudo en la garganta. En verdad todo había sido demasiado inesperado, él también tenía la esperanza en que su ama pudiera destruir aquel sello sin problema y traer de vuelta a su joven madre. ¿En que habrá fallado? ¿A caso su poder espiritual no había sido suficientes? ¿Acaso en realidad no había roto aquel sello que su propia madre le hizo? Tal vez, en realidad lo correcto hubiese sido romper el carmesí, ya que ese fue el objeto que utilizo Kagome para sellar los poderes demoniacos de su pequeña. De repente, siente el movimiento del mono demonio el cual comienza a avanzar, pasando por un lado de la pequeña shihanyo, hasta llegar cercas del peli-plateado.

—¿Qué sucede, señor Akiyama? — le pregunta la pulga al ver que se dirigía a su amo.

Pero el demonio no le responde. Akiyama se queda observando por unos momentos el cuerpo frío de la joven mujer pelinegra para después mirar al peli-plateado el cual se percata que se ha aproximado a ellos. Levante la vista dejando al descubierto sus lágrimas, sin importarle que ambos pudieran verlas. La pulga demonio está demasiado sorprendido al verlo así y un poco apenado, por lo que decide por tapar rápidamente sus ojos, dándole un poco de privacidad a su amo. Ya que el detesta que lo vean llorar. El demonio mono extiende su mano y la pasa sobre el cuerpo de la mujer como si estuviera verificando si aún podría encontrar algo de vida en su cuerpo. Tenía la esperanza de que su alma aun siguiera dentro, por lo menos hasta que pudieran salir de aquí, ya que, sería una lástima que su alma se quedara encerrada en este mundo. El peli-plateado sin comprender nada, permite que el demonio mono haga su inspección y le mira esperanzado de que pudiera decirle algo bueno.

La pelinegra levanta lentamente su vista y lo primero que mira es el rostro de su amada madre sin vida. Sus ojos cerrados y su piel pálida... Aterrada e inundada de tristeza se pone de pie y sale corriendo, alejándose del grupo, temerosa por volver a ver su cuerpo y el tener que enfrentar a su padre, adentrándose al bosque y tomar el camino de regreso al portal. Tenía que salir lo antes posible de ese lugar. No podía sopórtalo más, no quería seguir viendo esa desgarradora escena. No quería enfrentar esa horrible realidad. Salta los riscos y en un impulso rápido logra alcanzar uno de los pajarracos esqueléticos para ayudarla a elevarse y llegar con mayor facilidad al portal que se encontraba en el cielo, para poder atravesarlo sin mirar atrás.

Moroha y La Perla NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora