4. Respiro de Libertad

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Todo estaba en penumbra.
Aquella residencia estaba sumida en el tormentoso silencio, en miseria perturbante y desdicha. No había ningún solo sonido que denotara alegría, todo era demasiado lúgubre y gris, tal y como se sentía él en esos momentos escuchando a los mayores de la familia mientras esperaba afuera.

- Esto es una completa aberración para nuestro apellido. No podemos permitir que la promiscuidad de esa maldición y la de ese niño manchen la honra de nuestro clan.

- Esto ya debe estar en boca de medio Japón.

- Tenemos que hacer algo, no podemos enfrentar a Sukuna pero al menos matar al niño para que no mancille nuestro honor.

- Eso será ponernos la soga al cuello, no podemos matar a ese bastardo porque ese demonio lo quiere de juguete.

- Jamás creí que el hijo de Toji fuera de esa manera- escuchó un suspiro decepcionado, el pecho del niño se desgarró - lo peor que pudo hacer Naobito fue darle dinero de nuestra familia a ese hombre por semejante joyita, míralo ahora, nos humilla con su perversión.

Megumi apretó los puños con rabia. Él no había querido eso, jamás lo deseo o hizo algo para despertar ínteres ni en Naobito ni en Sukuna, nunca quiso pertenecerle a nadie, lo que menos deseaba era que lo trataran como un objeto que el más fuerte puede reclamar. Esa promiscuidad y perversión de la que hablaban no son suyas, son de aquella maldición. Y aun así, le culpaban a él como si él hubiera seducido a Sukuna, juzgándolo y condenándolo por su maldito honor cuando el estaba a punto de vivir quien sabe que cosas.
No sabía si iba a vivir mucho, no sabía para que realmente le quería Sukuna, todo eran tan incierto. Tan aterrador.

No pudo seguir oyendo los sin sentidos de esos vejestorios y se marchó por el pasillo, deseando ir a ver a Maki, ansioso de saber si la habían tratado adecuadamente y estaba fuera de peligro por la pérdida de sangre, esperando hablar con ella una última vez si era posible cuando una mano fuerte se ciñó en su brazo y fue arrastrado por todos los pasillos hasta que llegaron a su habitación, tan grande pero solitaria, vacía,  y muy sombría.

Reconoció por la silueta al hijo del líder quien al entrar en su habitación, liberó el agarre antes de tirarlo como si no fuera nada, una misera cosa que lanzaba sin cuidado, el delgado cuerpo cayendo al piso mientras se estrellaba contra el Tatami.

-¿cómo se siente pasar de ser el heredero y dueño de todo un grandioso clan a ser la puta de una maldición, Megumi? -  el niño apoyó sus manos en el suelo levantando su cuerpo de apoco hasta quedar sentando, dándole la espalda al hombre que despotricaba contra él, porque lo odiaba, siempre lo odio y ahora se regocijaba de su desgracia.
- ¿Qué se siente que te lo quiten todo?

Megumi no respondió ni siquiera emitió un sonido o un quejido cuando una patada se estrelló en su costado y por la fuerza de este su pequeño cuerpo fue a parar al otro lado de la habitación, intentó incorporarse nuevamente, a pesar de sus brazos temblorosos que no podían resistir el peso de su anatomía adolorida cuando un pie se instaló en su espalda mandándolo hacia abajo, su rostro pegándose hacia el suelo con la profunda agonía de aquella extremidad apretándole contra la superficie, aplastándolo y dominándolo. Dejándole humillado y sin honor.

- ¿Es que acaso la altanería no se te ha quitado? Ya no eres nada, eres lo mismo que una misera y putrefacta concubina. Así que responde cuando te hablo escoria - otra patada en sus costillas le dejo sin aire por unos instantes cuando fue tomado del cabello, sus hebras negras siendo tiradas fuertemente algunas de ellas se desprendían del cuero cabelludo del pequeño y se enredaban en los dedos de Naoya, quien lo miraba con odio, con las venas verdosas marcándose en las manos y frente, incado en el piso para verlo mejor, para admirar mejor la expresión de derrota del niño que tanto deseaba destrozar.

Let's run away || ItafushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora