Día 26 - Adopción

835 100 18
                                    


A Horacio le llevó seis meses recuperarse por completo, la fractura de la rotula era un asunto serio que lo llevó tener que hacer rehabilitación una vez esta logró soldarse.

A pesar del percance que significo que el agente federal saliera herido, la redada había sido todo un éxito. Poco a poco, los cabecillas de las organizaciones fueron cayendo, sobre todo porque el proveedor los delataba a cambio de que se le bajara la condena, además de interceptar cualquier intento de compra de armas.

Al cabo de un tiempo, todos en la isla se enteraron de lo sucedido, sobre todo, cuando miembros de las bandas chicas salían huyendo hacia otras ciudades, ocasionando que los demás hablaran.

Horacio supo más tarde, que Dante le había hecho caso , marchándose de la ciudad junto a Kate y Adam en cuanto tuvo oportunidad, dejando a Dominic atrás. Primero porque este no quería abandonar a su pareja, y segundo porque sus amigos podían ocultar su huella perfectamente de cualquier policía, sin contar que el agente movió sus hilos para que no lo detuvieran.

El italiano se había aparecido un día frente a él, cuando salía de rehabilitación pidiéndole hablar, a lo cual accedió, se lo debía. Fueron a un lugar cercano, con poca gente, donde charlaron bastante sobre lo sucedido y como estaban las cosas, tanto en la ciudad como en sus vidas.

Para sorpresa del de cresta, Dominic en ningún momento lo juzgó por ser del FBI, "podrías haberme encerrado cuando quisieras y no lo hiciste" fue la respuesta cuando preguntó el porqué.

Dante les había contado a todos quien era realmente el Mago, pero Dominic se mantuvo firme en su opinión, aunque la de los otros congeniaba más con el pensamiento del rubio.

Horacio sintió libre por primera vez en mucho tiempo, al no tener que ocultarse tras una máscara, sin embargo, la tristeza de saber que sus amigos no lo perdonarían por ser quien era, lo embargaba, el único que quedaba allí era Dom, no creía volver a ver a los otros.

El italiano, le hizo una petición, eliminar todo archivo que tuviera de él, al principio, el agente se mostró reacio, ¿Cómo podría hacer eso? Le era imposible, sobre todo cuando ya conocían las identidades de los miembros de aquella organización, sin embargo, pronto encontró una solución. Los altos cargos le debían mucho, tanto por obligarlo a estar en el FBI como por el trabajo que venía haciendo, no creía que un simple maleante fuera muy importante, cuando ya tenían a las mafias más poderosas de la ciudad, por lo que se cobró los favores ayudando a su amigo.

Durante su baja, Horacio se mantuvo en el apartamento, mientras que Volkov pasaba sus días en comisaría. Luego de todo lo sucedido, el agente reconoció que había sido imprudente al revelar la verdad, y algo infantil, al no hablar con Volkov después de su discusión, manteniéndose alejado lo más posible. Pero en ese momento ambos se encontraban mejor que nunca, todo aquello había quedado atrás, el se encontraba bien, Volkov se encontraba bien y sus amigos se encontraban bien, no podía pedir más.

Cuando los seis meses pasaron y el agente al fin pudo volver al trabajo, todos sabían la relación que mantenía con el comisario, sobre todo por el anillo ambos llevaban en su dedo anular. La ceremonia había sido solo de ellos dos, no podían estar más contentos, fue un momento íntimo, que apreciarían hasta el último día de su vida.

Nadie se atrevió a decir nada, pero los murmullos se escuchaban por los pasillos cuando el federal iba a comisaria, o cuando el comisario se aparecía por la sede, el único que se atrevió a mencionarlo fue Collins, quien aprovechaba cualquier oportunidad para martirizarlos y avergonzarlos.

- ¿Qué te parece si nos mudamos? - se encontraban cenando como todas las noches, el ruso le había dado vueltas a aquella idea varias veces.

- ¿Mudarnos?

- Si, este departamento representa otra etapa de mi vida – explicó – quiero crear una nueva etapa contigo, en una nueva casa, además – señaló a Perla – necesita espacio.

El agente no pudo evitar sonreír, claro que metería al animal en el medio, para justificar algo que quería hacer él.

- Pues busquemos casas – aceptó y continuó comiendo.

Les llevó alrededor de dos meses mudarse, las casas que veían no les convencía del todo, por lo que volvían nuevamente el inicio, fijándose en cada anuncio, visitando centros inmobiliarios, hasta que encontraron una que era perfecta.

Se trataba de una casa de doble planta, con un precioso jardín trasero, en donde Perla podría jugar tranquilamente, el estilo era moderno, lo que le encantó al de cresta. Poseía una amplia cocina, un living, tres habitaciones y dos baños, habían quedado fascinados.

El traslado les había costado bastante, los objetos importantes habían sido guardados con mucho cuidado en cajas, así como su ropa y otras cosas, según Volkov, Horacio tenía demasiadas cosas innecesarias.

Cuando la última caja fue desempacada, ambos se sentaron en la puerta trasera observando las estrellas, la noche había llegado sin previo aviso, atrapándolos en ese instante.

- ¿Sabes? He estado pensando – el menor se colocó de lado para observar a su pareja – creo que a esta casa le falta algo.

- ¿Qué? – preguntó el otro extrañado, a él le parecía bien la casa, tenia los muebles suficientes.

- Alguien correteando por ahí – dijo expectante.

- ¿Otro perro? –no pudo evitar largar una carcajada, dejando al otro más confundido.

- Justamente eso no – el comisario lo miraba sin entender, hasta que se dio cuenta por donde iba el razonamiento, abriendo los ojos más de lo normal.

- ¿Un niño? – apenas susurró, por miedo a que esa no fuera la respuesta.

- Cett, mon amour – pronunció en su lengua natal, dándole un beso, a un estupefacto Volkov.

- Un niño – repitió, haciéndose a la idea. Miró detenidamente a Horacio, quien sonreía esperando una respuesta coherente - ¿estás seguro? – quería confirmarlo.

- Como nunca.

- ¿Sabes que no será fácil?, es decir, - comenzó a balbucear – adoptar un niño lleva mucho tiempo, debemos estar preparados, hay que adecuar la casa y están los animales también ¿Qué si no le gustan? ¿Qué si no le gustamos nosotros? – Horacio colocó un dedo sobre sus labios.

- Iremos lento – lo tranquilizó.

- De acuerdo, iremos lento.

Así comenzó la ardua tarea, que conlleva el proceso de adopción. 

Volkacio ValentineWhere stories live. Discover now