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Su mañana comenzó con distintas imágenes.
―Esto está mal. ―se separó de él, mirándolo directamente a los ojos.
―Lo sé perfectamente. ―respondió el azabache. ―Sabes que nunca te obligaría a nada, es tu decisión.
―Esto está mal... pero que todos se vayan al carajo. ―lo volvió a besar.
Oh, están tan locos.
―Debes hacerlo, Niklaus. ―decía su madre con voz suave. ―¿Sabes con que nos recompensará?
―Mucho reconocimiento. ―dijo esta vez su padre. ―Nos llevará a la gloria, seremos el bando ganador. Ni siquiera el ministerio podrá detener al señor tenebroso.
―Hazlo por nosotros, Nik. ―volvió a decir su madre, con aquella voz que hacía que todos hicieran lo que ella quisiera. ―¿Quieres que él nos castigue? ¿Quieres que le haga algo a tus primas o a nosotros?
―Serás de los más fieles, Niklaus, no creo que nos quieras decepcionar, ¿Verdad?
Fue un idiota que fue manipulado por sus propios padres.
―¡Lo hiciste! ―chilló Acacia con una sonrisa orgullosa mirando el antebrazo de su primo. ―Has hecho bien, Niklaus, nosotros nacimos para servirle.
―No sigas, Acacia. ―espetó Demetria, pero sus ojos lo miraban a él, demostrando lo furiosa y decepcionada que se encontraba. ―Idiota sumiso.
¿Realmente lo era?
Era una calle pintoresca, tan extraña, aquellos colores no se veían a menudo en su mansión, o en la de los Rosier o Lestrange.
Él lloraba mientras era abrazado por la morena.
―Ella tiene razón. ―soltó entre sollozos. ―Me dejé manipular, los Slytherin no nos dejamos manipular.
―Sí, eres un idiota. ―reconoció la morena. ―Pero lo hiciste por ellas. Y no te vas a alejar de mí, Nik.
―Es peligroso. ―seco sus lágrimas para luego girar y mirar a su novia. ―Creo... creo que es mejor que lleguemos hasta aquí.
Plaff.
Miró sorprendido a la morena, que lo miraba con tranquilidad, como si de la boca de su novio no hubieran salido aquellas palabras que tenía miedo de escuchar, como si no le hubiera dado una bofetada.
