𝟎𝟐 | ❛ 𝐃𝐎𝐒

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& ❛ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒 ; el héroe del andén ❜

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& ❛ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒 ;
el héroe del andén ❜


EN TODA SU VIDA JAMÁS había presenciado un 1 de Septiembre tan brillante y prometedor como aquel.

El gran y esperado día había llegado.
Maisie se despertó alrededor de las cinco de la mañana, tan emocionada e ilusionada, que aunque lo intentó, conciliar nuevamente el sueño no fue una posibilidad que estuviera su alcance.

Por ello optó por levantarse.
Sobre la cama contigua y vacía, que anteriormente había pertenecido a Lily, se encontraba extendido un impoluto vestido de color azul cielo aguardando por ella. Perfectamente planchado y libre de cualquier imperfección, parecía ser la promesa de un día digno de recordar.

Una vez se visualizó vestida sobre el espejo junto a su cama, hizo una promesa silenciosa de que haría todo lo posible por llegar presentable a la estación. Ese día, todo debía ser perfecto.

—Al fin, al fin. —susurró, deslizando un tachón con una pluma roja sobre el calendario que tenía junto al espejo.

Había estado contando los días, literalmente.

Miró otra vez su lista de materiales que le habían solicitado en Hogwarts para estar completamente segura de que tenía todo lo necesario en su baúl, y tras ello se ocupó de meter a la lechuza que compartiría con Lily en su jaula, asegurándose de que estuviera cómoda.

O eso esperaba.

—Vaaaaaamos. —canturreó impaciente observando como las manecillas del reloj sobre la puerta de su habitación apenas y se movían. Nadie en casa además de ella parecía dar señales de estar despierto.

Se dejó caer sobre un pequeño taburete frente al espejo, y trató de trenzarse el cabello de una manera que Lily llevaría, pero obviamente no funcionó. Precisión y paciencia, no eran cualidades que ciertamente ostentara. Tras ello consideró que leer un poco podía ser buena idea, pero cada palabra fue como una tortura.

Llegó al punto en que terminó paseándose por su habitación como un animal enjaulado, rogando por liberación. Nada era lo suficientemente bueno para que el tiempo transcurriera más deprisa.

—¡Maisie, a desayunar!

De un movimiento rápido abandonó su reclusión trayendo consigo su baúl a rastras. Fue todo un estrépito lo que ocasionó, y su padre que se encontraba al pie de las escaleras esperándola para conducirla al comedor, al verla tan enérgica, se echó a reír.

—¿Qué haces, eh?—inquirió con diversión.

—No hay tiempo de desayunar—sentenció ella, haciendo un gran esfuerzo arrastrando sus cosas hacía donde él se encontraba—Vámonos ya.

La risa del hombre de cabellos rubios aumentó.

—Oh, no. Sabes que la comida es primero.

La niña bufó con descontento. —Desayunar es para los débiles.

La Merodeadora EvansWhere stories live. Discover now