Cuarenta y cinco

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XLV. Brindar.

Desde los inicios, aquel grupo no estuvo destinado a cambiar la historia, sólo a contar la propia. No tenían perfil de héroes ni estampa de revolucionarios, pues todos eran medio monstruos, pero si tenían la oportunidad de ayudar a alguien lo harían y si entendían la revolución era porque sabían que esta parte desde adentro.

Por ello esperaban ansiosos la vejez, para dar rienda suelta a sus recuerdos y relatar sus historias a las nuevas generaciones, los que deberían prestar oído a su sabio consejo. Ese era el galardón por sobrevivir a toda una vida de desafíos y nadie les quitaría ese placer, a menos de que perecieran en el trayecto a la ancianidad. En ese caso, sus cercanos serían quienes contarían sus leyendas.

Un hilo color de fuego consumía su propia senda y a sí mismo, con un fulgor salvaje y abrasador que a veces amenazaba con quemar a los demás. Brinda no lo sabía, pero su nombre fue dado a ella por la que fue su madre, quien al parirla y ver sus motas de cabello anaranjado brillar bajo la luz de una antorcha, no pudo hacer otra cosa que beber un largo trago de licor, satisfecha porque había engendrado una criatura sana que viviría orgullosamente en ese mundo. Verla le provocó ganas de celebrar, así que después de un par de días de fiesta, no había otro nombre para ella más que Brinda; "por la que celebramos".

Aunque a lo largo de su vida no hubo por lo que celebrar, ni mucho menos brindar. Ella mantuvo su paso, errático, pero constante; no siempre firme ni hacia adelante, pero nunca perdió la convicción de continuar y eso era lo importante.

Eran días grises usuales en la Gran Zona y ella casi arrastraba los pies hacia un destino anhelado, pero que le atemorizaba, a su pesar. El lobo enclenque le había obsequiado una casa. Su casa. Negó con la cabeza, mirando a su alrededor para confirmar que él no estuviese merodeando por ahí, como era su costumbre. En realidad, sabía muy bien el nombre de él, o al menos el real, pero no se animaba a decirlo. Misha. Y es que una vergüenza aplastante la venía asfixiando desde hace tiempo y no lograba quitársela de encima, incluso cuando las épocas turbulentas parecían haberse acabado. Desde que reconoció en sí misma aquella inseguridad cuando Níniel comenzó a tomar las riendas de su vida, Brinda nunca pudo volver a ser la de antes. Ya no había jovialidad en ella, ni confianza exuberante, ni buen humor, ni absoluto vigor, ya no era nada de lo que podía definirla y se sentía amorfa, desplazada y vacía. Intentó hacerse la vida, se armó hasta los huesos para recuperar la seguridad, pero no era suficiente, jamás sería la más fuerte. Y no podía vivir la vida así, porque sólo el más fuerte sobrevivía y existir significaba triunfar, pero ella sólo estaba subsistiendo. El temor terrible de que en cualquier momento un monstruo como aquel bien llamado Aberración tuviese el capricho de mermar su vida era total y asfixiante, de día y de noche. Ya ni siquiera podía tener las escasas horas de sueño que en el pasado disfrutó durante las tardes perezosas en el claro escondido, ya que ahora había ojos que todo lo veían, que la conocían y que sólo bastaba con la maldita gana de una calamidad para que todo lo que ella era, dejase de ser.

Por eso, mientras los demás avanzaban en conjunto con la tierra, ella se encontró atascada, como la semilla voladora que cae en suelo infértil o en una telaraña. Aun cuando sus días podían verse iluminados brevemente por presencias como las de sus cercanos y hasta la de Misha, al volver a su cueva se hallaba acurrucada en la oscuridad de sus pesadillas. Tanto correr, tanto animal cazado, tanto sueño perdido, tamaño odio cargado, y al final parecía que pasaría el resto de su vida dentro de una caverna, consumida por sus propios miedos. Los monstruos no se mostraban, pero ahí estaban desde siempre, ahora lo comprendía. Y en su agonía logró empatizar un poco con Níniel, quien fue incapaz de vivir porque el miedo nunca le permitió moverse.

Pero había una gran diferencia entre las dos. Quizás ese era el punto por el cual ahora se hallaban en posiciones opuestas.

Níniel nunca tuvo sueños, los consiguió.
Y Brinda siempre los tuvo, pero los extravió.

Mas el hilo de oro, conocido como Darío, realmente Mijaíl, Misha para los amigos y Darius para los jovencitos, había punteado en el gran telar del destino durante un tiempo junto a ella, no desde muy cerca, pero a una distancia prudente para observarla. Habían dejado de ser némesis para convertirse en aliados y aunque el mundo seguía teniendo dueños, uno de ellos no tenía problema con compartir y ese era el lobo ruso. Misha había dado todo de sí cuando descubrió lo gratificante que era la entrega incondicional, pues ya no temía ser abandonado y quedar sin nada, y gracias a ello todos a su alrededor lograban recibir lo más valioso que él podía darles; su luz. A los aldeanos les brindó alegría en tiempos de dolor, a la anciana Áurea le dio la oportunidad de consentir y expresar la ternura contenida bajo sus años de abuela y a Brinda le había allanado el camino para que pudiese encontrarse a sí misma en su senda.

La vida quitaba, pero también daba.

Así que, dejando el miedo en la puerta principal, Brinda entró a esa que sería no sólo su casa, sino el inicio de aquel sueño tejido cuidadosamente desde que era una niña perdida, con ansias de recuperar lo arrebatado. Construiría un hogar para todos los que deseaban despejar sus sendas con sus propias manos y fuerza y enorgullecería a su padre que seguro la observaba desde algún lugar. Y le daría a su madre motivos para seguir celebrando su existencia.

Después de todo, estaba en ese mundo para brindar.


¡Hola! ¿Qué les pareció? Espero haberle hecho justicia a este personaje que tanto nos ha dado

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¡Hola! ¿Qué les pareció? Espero haberle hecho justicia a este personaje que tanto nos ha dado.

Curiosidad #17
Paralelamente, Brinda y Alanna tuvieron una historia muy parecida. Ambas perdieron a sus familias/lugar de origen a manos de lobos, pero tomaron caminos diferentes. Brinda desea ser fuerte para defenderse de quienes le hicieron daño, Alanna, en cambio, se volvió fuerte para aniquilar a quienes le quitaron todo.

Pregunta.
¿Se sienten identificados con algún personaje? ¿Cuál y por qué?

Este capítulo fue dedicado a iLu-chan , porque es la mejor lectora/compañera escritora/amiga y fan de Brinda (alias salvajita bruta), aunque a veces le haga querer voltear mesas. XD

Espero les haya gustado y nos leemos... pronto.

HLena.

Renacer en plataWhere stories live. Discover now