Capituló 2.

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Dos años habían pasado desde el embarazo de Itadori, años difíciles pero despertarse y ver a su pequeño Sugumi hacía que todo el esfuerzo que hizo valiera la pena, era un niño precioso de piel blanca como la nieve, cabellos de un hermoso color plata y sus bonitos ojitos de color azul cielo, era tan parecido a cierto hombre albino, su misma copia en miniatura, no había día que Yuuji no recordara aquella cruel despedida o mejor dicho: abandono.

Pero no había estado solo, Megumi lo ayudó en todo desde que el cobarde de Satoru huyó dejando a Yuuji solo con el bebé, los había cuidado con su vida desde entonces y también los dos habían desarrollado sentimientos más allá de la amistad. Megumi tomó el lugar de Gojo, convirtiéndose en el padre de Sugumi, Yuuji estaba feliz con eso, su hijo nunca sentiría la ausencia de su padre si Megumi lo criaba como suyo.

Cuando su hermano mayor; Sukuna, se enteró que Yuuji estaba en cinta llegó de su viaje más rápido que una bala, y cuando se enteró del abandono enfureció tanto que llamó a sus contactos para buscar al hombre albino, pero como si fuera magia o tal vez la tierra lo hubiera tragado, nunca aparecieron registros de él, su paradero aun era un misterio para Sukuna. Pero encontrarlo dejo de ser algo importante con el paso del tiempo, ya no le tomaba importancia si el albino estaba en este mundo u no, después de todo solo era un cobarde.

El día estaba tranquilo, era cálido y de buen tiempo, Yuuji preparaba paletas de hielo y algunos postres fríos para la tarde que llegara su prometido y hermano, aprovechaba que su bebé estaba profundamente dormido y le permitía hacer las tareas del hogar. Cuando termino de hacer los dulces fríos, se dedicó a acomodar la casa, y tal vez lavar un poco de ropa antes que sea la hora de comer para Sugumi, pero antes de eso se daría un poco de tiempo para admirar lo precioso que era su hijo.

Para Yuuji el tiempo pasaba muy rápido, por admirar tanto lo bonito que era su bebé había olvidado meter la ropa a lavar, rápidamente salió de su embobamiento y corrió a meter las prendas a la lavadora, regreso para preparar una rica comida para su prometido y hermano, por suerte aún faltaba la tiempo para la hora de comer de su pequeño hijo.

Se puso a pelar papas para un guiso y a cocer el arroz de acompañamiento, el reloj apenas marcaban las 5:00 y aun faltaban dos horas para que Sukuna y Megumi llegaran del trabajo. Siguió con la labor de pelar las verduras para la comida, con suerte acabo de echar todo a la cacerola cuando su hijo empezó a soltar pequeños ruiditos que avisaban que estaba despierto, lo cargo y preparo el biberón para darle de comer, veía embelesado al niño tomar de la tetera, era tan tierno y adorable de ver, amaba tocar eso cachetes regordetes de su bebé, pues cada que lo hacía soltaba leves risitas que derretían su corazón.

Dejo de acariciar los cachetes de su bebé cuando llamaron a la puerta, pensó quien podría ser el que tocara, pero nadie más que su amiga vino a su mente, aún con Sugumi en brazos llegó hasta la puerta y sin más la abrió, esa fue su segundo mayor error, el primero fue enamorarse del hombre parado en su puerta.

-Yuuji...-Los azules ojos del albino se acuaron al ver a su dulce castaño cargando a un pequeño bebé, uno tan hermoso como la nieve blanca.

Itadori quería huir con su bebé de ese lugar, nunca imagino que volvería a ver a Satoru, no después de que lo había abandonado hace dos años con su hijo en vientre.

-¿Qué quieres Satoru? No eres bienvenido en mi casa.-soltó molesto, pero más que eso estab aterrado y con un sabor amargo en su boca.

-Te he estado buscando por dos años, no sabes lo arrepentido que estoy, me di cuenta que no puedo vivir sin ti, te amo Yuuji... permíteme corregir mi error, aún estoy a tiempo para criar contigo a nuestro hijo, por favor Yuuji; dame una oportunidad.-Gojo lo miraba arrepentido, sus ojos mostraban un dolor infinito que hizo carcajear a Yuuji.

-Que horror ser como tú, en serio me das asco.-decía entre risas.

-Entiendo que no me creas, te lastime mucho en el pasado, pero déjame arreglarlo, ya no quiero seguir viviendo sin ti.

Yuuji dejó de sonreír, tal vez hace un año hubiera creído esas mentiras, pero ahora no, no cuando ya tenía una vida feliz con Megumi, su bebé y su hermano mayor.

-No hay nada que arreglar Satoru, ya no te amo, hace dos años dijiste que no querías saber nada de mi hijo u de mi, incluso lo llamaste bastardo. Ahora yo te digo que no quiero volver a verte, Sugumi ya tiene un padre y es Megumi, no te necesita a ti y nunca lo hará, así que vete y no vuelvas nunca más.-las palabras salían con coraje y amargura, pequeñas espadas con un filo mortal al corazón del mayor.

-Así que se llama Sugumi.... es un niño hermoso, se parece mucho a ti. Entiendo lo que dices, perdón por molestarlos, antes de irme ¿podría tocar al niño?.-su voz apenas era audible, se esforzaba tanto por tragar el nudo en su garganta que amenazaba con apagarla por completo.

-Solo tócalo y lárgate.

Gojo asintió y estiró su mano para tocar los suaves cachetes gorditos del pequeño, sus ojos se escocían por las lágrimas que amenazaban con salir, tocó sus bracitos llenitos y lo vio sonreír, sentía que su corazón dolía tanto, no merecía aquella bonita sonrisa, pero aun así su hijo se la regalaba, se odio a un más por haberlo abandonado, si pudiera regresaría el tiempo, pero eso no es posible y tener de nuevo a sus dos amores tampoco.

-Gracias Yuuji.... gracias por amarme y darme un hermoso hijo, gracias por todo.-su voz era quebrada, en cualquier momento dejaría de resistirse y empezaría a llorar.

El castaño asintió regalándole una sonrisa, cerró la puerta y Satoru regresó a su departamento, aquel lugar que había compartido con el amor de su vida, un lugar lleno de recuerdos dolorosos de su estupidez, maldijo a los cuatro vientos lo imbécil que fue, se odio a un más por no darse cuenta antes que Yuuji era su vida, pero ya era demasiado tarde.

Poco después la noticia del suicidio del conocido y respetado profesor; Gojo Satoru salió por los periódicos, la radio y televisión, Sukuna y Megumi hicieron lo posible por ocultar la noticia del menor, después de todo él ya no merecía sufrir de nuevo por ese hombre.

Abandono. Where stories live. Discover now